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NICK.El amanecer de Navidad en las montañas era todo lo que había soñado y más. La cabaña estaba rodeada por un paisaje blanco inmaculado, la nieve cubría cada rincón, y los árboles brillaban con una suave luz dorada cuando el sol comenzó a asomarse en el horizonte. Estaba en la cocina, preparando café, cuando escuché el sonido de pasos ligeros corriendo por el pasillo. Era Ela, despierta más temprano de lo habitual, pero su energía era contagiosa.—¡Es Navidad! ¡Es Navidad! —gritaba, sus pequeños pies deslizándose por el suelo de madera mientras corría hacia la sala.No pude evitar sonreír mientras la seguía. Al llegar a la sala, la vi detenerse frente al árbol de Navidad, completamente asombrada por la cantidad de regalos que había debajo. Elizabeth apareció detrás de mí, envuelta en una manta, su cabello alborotado pero con una expresión radiante de felicidad.—Parece que alguien no puede esperar para abrir sus regalos —dijo Elizabeth en voz baja, acercándose a mí.—No podemos culp
ELIZABETH.El regreso a la ciudad, tras nuestro idílico tiempo en las montañas, se sentía como un despertar abrupto a la realidad. Habíamos vivido unos días maravillosos, donde la única preocupación era disfrutar el momento y el uno del otro. Pero ahora, de vuelta a la rutina, las sombras de mi pasado comenzaron a rondarme nuevamente, recordándome que aún había asuntos pendientes que no podía ignorar.La mañana después de nuestro regreso, Nick y yo llevamos a Ela al hospital para su revisión médica. Sabíamos que los doctores querrían asegurarse de que el viaje no hubiera afectado su estado de salud y, aunque Ela se veía más animada que nunca, no podíamos evitar preocuparnos.—¿Crees que todo estará bien? —me preguntó Nick mientras conducíamos hacia el hospital, su tono tranquilo, pero con una nota de preocupación subyacente.—Lo estará —respondí con más confianza de la que realmente sentía—. Ela ha estado increíble estos días, estoy segura de que los doctores solo quieren estar seguros
NickHabían pasado algunos días desde que regresamos de las montañas, y aunque Elizabeth y yo habíamos comenzado a planear nuestra boda con entusiasmo, noté que algo en ella había cambiado. Había una distancia, una frialdad que no estaba ahí antes. Intenté no darle demasiada importancia al principio, pero cuanto más lo pensaba, más me inquietaba.Decidí que sería una buena idea invitarla a mi departamento. Aunque habíamos pasado mucho tiempo juntos, nunca había tenido la oportunidad de mostrarle el lugar que había sido mi refugio durante años, el lugar donde había vivido tantos recuerdos, tanto con Callie como en mi tiempo a solas después de su muerte.Cuando llegamos, Elizabeth parecía interesada, pero había algo en su mirada que me hizo dudar. Le mostré el salón, la cocina, el pequeño balcón que daba a la calle, y todo parecía ir bien hasta que llegamos al dormitorio.Entramos, y ella se quedó observando las fotos enmarcadas que estaban sobre una repisa. Eran fotos de Callie y yo, mo
ELIZABETH.La confesión que le hice a Nick sobre mi pasado me había aliviado un poco, pero no lo suficiente. Había compartido la historia de cómo había llegado a adoptar a Ela, pero la culpa y el miedo seguían pesando sobre mí, especialmente la verdad sobre Callie, que aún ocultaba. A pesar de que Nick me había consolado y había prometido que siempre estaría a mi lado, no podía sacudirme la sensación de que algo oscuro se cernía sobre nosotros, amenazando con destruir todo lo que habíamos construido juntos.Los días siguientes a nuestra conversación fueron tensos. Nick y yo continuamos con nuestras rutinas, pero había una distancia entre nosotros que ninguno de los dos sabía cómo superar. A pesar de que él intentaba mostrarse paciente y comprensivo, yo me encontraba constantemente distraída, sumergida en mis propios pensamientos y preocupaciones.Sabía que tenía que mantenerme enfocada, especialmente con la redada que se avecinaba para atrapar al Diablo. Sin embargo, no podía dejar de
ELIZABETH.El día había llegado. Después de meses de tratamientos, exámenes, y noches sin dormir, finalmente era el momento de llevar a Ela a casa. Mi corazón estaba lleno de gratitud y alivio, pero también de nerviosismo. Había tanto que temía, tanto que aún estaba por resolver, pero hoy no quería pensar en eso. Hoy, solo quería celebrar la vida de Ela, su valentía, y la oportunidad que teníamos de seguir adelante como una familia.Cuando entré en la habitación de Ela, la encontré radiante, vestida con una camiseta nueva que había elegido especialmente para su gran día. Su pulsera, la que Nick y yo le habíamos regalado en Navidad, brillaba en su muñeca mientras ella daba vueltas emocionada, mostrando una energía que me llenaba de esperanza.—¡Mamá Lizzy! ¡Nick! ¡Hoy me voy a casa! —gritó, corriendo hacia nosotros y lanzándose a mis brazos.La rodeé con mis brazos, besando su cabeza.—Sí, mi amor. Hoy te vas a casa. Estoy tan orgullosa de ti —le susurré, sintiendo cómo mis ojos se llen
NICK.El amanecer en nuestra nueva casa se sentía diferente a cualquier otra mañana que hubiera experimentado en años. No era solo el hecho de estar en un lugar nuevo, sino la sensación de hogar que había construido con Elizabeth y Ela. Me desperté con una sonrisa, sintiendo el calor del cuerpo de Elizabeth a mi lado, su piel suave y cálida bajo la fina sábana que apenas la cubría.Me quedé observándola por un momento, dejando que la paz de ese instante me envolviera. Había algo tan puro y sereno en verla dormir, sus respiraciones suaves, el ligero movimiento de su pecho mientras respiraba. Me incliné hacia ella y la abracé suavemente, besando su hombro desnudo. Se movió ligeramente, un pequeño suspiro escapó de sus labios, pero no se despertó.Quería quedarme ahí, en la cama, junto a ella, pero sabía que era el momento de empezar el día. Ela seguramente se despertaría pronto, llena de energía y emoción por explorar más de nuestra nueva casa. Con cuidado, me deslicé fuera de la cama y
NICKDespertar en nuestra nueva casa con Elizabeth y Ela a mi lado era todo lo que siempre había querido. Sabía que la situación con el padrastro de Elizabeth iba a ser difícil, pero estaba dispuesto a hacer lo que fuera necesario para proteger a mi familia. Mientras observaba a Elizabeth dormir, envuelta en el suave resplandor de la mañana, no podía evitar sonreír. A pesar de todo lo que habíamos enfrentado, estábamos juntos. Y eso me daba la fuerza para enfrentar cualquier cosa.Me levanté con cuidado, intentando no despertarla, y bajé a la cocina para empezar el día. Mientras preparaba café, mi mente volvía a la demanda que habíamos recibido. Sabía que era un golpe bajo, una táctica desesperada de un hombre que no merecía estar en la vida de Elizabeth ni en la de Ela. Pero también sabía que no podía subestimarlo.Mientras preparaba el desayuno, me aseguré de revisar los correos que Carla, mi amiga abogada, me había enviado. Ella se estaba encargando de la contrademanda y me mantenía
ElizabethEl día había llegado, y todo lo que habíamos temido estaba a punto de desarrollarse en la sala del tribunal. Mientras caminaba hacia la corte con Ela de la mano, sentía cómo el miedo se apoderaba de mí. Mi corazón latía con fuerza, y mis pensamientos estaban desordenados. Por un lado, sabía que tenía que mantener la calma y ser fuerte por Ela; por otro, no podía evitar sentirme aterrada de que todo lo que habíamos luchado por construir se desmoronara.Ela, inocente y ajena a la gravedad de lo que estábamos enfrentando, se aferraba a mi mano con confianza. Nick caminaba junto a nosotras, su presencia firme me daba una sensación de seguridad que necesitaba desesperadamente. Mientras nos acercábamos al edificio del tribunal, sentí que mi respiración se volvía cada vez más superficial, hasta que vi algo que me hizo detenerme.Justo frente a la entrada de la corte, estaban mis compañeros de la comisaría. Todos ellos. Warren, Carla, y los otros oficiales se habían tomado el día lib