Narra Ignacia. Cuando vi su mirada de desaprobación me sentí tan tonta, me dejé manejar por el agradecimiento tal vez, o quizás no sé qué me conllevó a querer tocar su cabello y saborear sus labios, pues sería muy falso de mi parte decir que no me encanta, su sabor y la manera en la que me besa, cómo todo mi cuerpo se estremece convirtiéndose en una masa blanda bajo su tacto. Todo Matías me gusta y me enciende a un punto que no creí capaz que un hombre me hiciera llegar. — ¡Oh! perd… No tuve tiempo de terminar, ya que su boca estaba sobre la mía silenciando mis disculpas y mis ojos se cerraron por sí solos. Enloquecida, quería empujarlo, porque él se mostraba irritado cuando yo lo besé, pero mi cuerpo no me obedecía y mis músculos se tensaron. Suavemente, sus labios rozan los míos, los presionan delicadamente, una deliciosa sensación de vacío se instala en mi pecho. Respiré el aroma de su loción y una fragancia almizclada, dulce, suave y amaderado induce a la relajación con un
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