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Domar a la fiera.
Narra Matías.Caminé de vuelta a los lavabos, tomé la navaja, y la extendí a ella—aféitame— pedí dejando el tema zanjado. —Es tu manera de evitarme. No sé afeitar y no lo haría de todos modos—me acerqué a ella y le puse la navaja en la mano llevándola a mi cuello. —¡¿Qué haces?!—me pregunta aterrada. —Sabes que odio que me lleves la contraria y tú sufres de hacerlo, ahora haz lo que te pido y no quitaré el dinero de tu cuenta, es mi respuesta final. —Yo no lo quiero, también es mi respuesta final. —Mira por qué no aprovechas, y me corta aquí—, la apreté de la cintura, pero sin soltar su mano para que siga con la navaja en mi cuello. —No soy una asesina. —Mírale el lado bueno, morra, quedarías viuda y podrida en plata, podrás casarte con quien quieras menos con Sebastián— hice un gesto de desagrado y me encanta ver su rostro de incredulidad cuando le hago cosas como estas— o con el verdadero padre de los morrillos—, su rostro se tornó pálido, tiré una flecha y di directo en el b
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Un hombre lleno de falsedad.
Narrador. Sebastián estaba asombrado y se deslumbró con aquella hacienda, pues desde luego había escuchado que era una de las más grandes y próspera de la zona, con su propio manantial termal dentro, pero escuchar y ver no es lo mismo, ahora no paraba de mirar a cada espacio de ese salón en el que estaba debido a que ni con la estabilidad económica que tiene nunca había estado rodeado de tantas cosas costosas. Suspiró detenidamente al pensar que le será difícil luchar contra un oponente como Matías Quintana, pero luego sopesó el hecho de que conoce muy bien a Ignacia y la mujer en la que se convirtió después de ser madre ya le importa poco lo material, muy distinta a la vanidosa que era antes. «Tengo algo que a este payaso le falta y es su amor, ella me quiere sin contar el hecho que soy el padre de sus hijos» se dijo internamente cuando buscaba una razón, y aunque quiere luchar por ella no es amor en sí lo que siente sino esa sensación de pertenencia que le ordena recuperar lo
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 Sin ruegos e imploraciones.
Narrador.Tiró de su asiento y se dejó caer echando la cabeza hacia atrás. —¡Qué más da, esto es lo que soy! – manifestó cuando encendió la pantalla de su teléfono celular, buscó entre la aplicación la toma de la cámara con audio que tiene justo en el espacio que están Ignacia y Sebastián dialogando. —¿De qué tanto hablan?, el muérgano viene a ver a los niños y se aprovecha— le dio un golpe seco al escritorio, lo estaba matando tener que aceptar que Sebastián esté en su casa. —No seas así Ignacia, quiero recuperarte, los dos cometimos un error al casarnos con otras personas, pero estamos a tiempo, si me dices que sí, dejaré a Claudia y volveremos a ser una familia feliz— rogó Sebastián tras ver su actitud fría, no era ni parecida a la mujer que le rogaba para que no la deje. —¡Ese bato está provocando al diablo! — volvió a gritar Matías escuchando atentamente cada palabra. —No me pidas que no sea esto en lo que me convertiste—. Ignacia sintió su sangre hacer ebullición en su cabe
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Con ganas de agradecer.
Narrador. Ignacia esperaba a que Iván regresara al salón al ver que transcurría el tiempo y no aparecía, decidió salir en su búsqueda, agitada y suponiendo que Sebastián se lo había llevado, miró a todos lados viendo a los hombres que siempre están custodiando la hacienda con armas largas en manos, cosa que de hecho le parecía extraña, pero en esta ocasión su mente no estaba en eso, sino en saber de su hijo. —¡Hola chicos!—, levantó una mano como gesto de saludo. Sin olvidar que la única vez que ha hablado con ellos es para gritarles cuantos insultos pudo y ahora le daba algo de pena su anterior comportamiento con ellos, y vió al suelo escuchando como dos de los tres hombres les respondieron. —Hola señora—, el otro estaba renuente, ya que trabajaba con Tobías y este en un momento de rabia expresó que esa mujer es un peligro para la organización, de modo que hay muchos de ellos que no quieren tener compenetración con Ignacia. —Si no es molestia podrían decirme si vieron a mi hi
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El cazador paso a ser la presa.
Narra Matías. No podía concentrarme en nada, esta vez no quería reaccionar como mayormente lo hago, me pareció denigrante ir a ella y tomarla del brazo para exigirle una explicación, no tenía por qué y aun sabiéndolo todavía no deja de enfadarme. «Voy a enloquecer» «Tengo tantas cosas en las que debo pensar e Ignacia me acapara todo el tiempo y la energía» expulsé el aire y volví a absorber sintiendo un leve dolor de cabeza por el estrés. El sonido del teléfono me trajo de vuelta a la realidad. —Señor. Roberto me ha informado que ya recuperó la mercancía robada—, me informa Daniel y debería alegrarme porque deseaba mostrarle a Ráelo Martínez que conmigo no se juega. —Buen trabajo Daniel…, — cuando estaba a punto de hacerle otro pedido para una entrega que tenemos, la puerta fue abierta y abruptamente detuve mis palabras cuando vi que se trataba de mi capricho que viene con una bandeja, deja el café frente a mí y se me queda viendo. —Daniel, hablamos cuando termines— con eso últ
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El sabor de sus labios.
Narra Ignacia. Cuando vi su mirada de desaprobación me sentí tan tonta, me dejé manejar por el agradecimiento tal vez, o quizás no sé qué me conllevó a querer tocar su cabello y saborear sus labios, pues sería muy falso de mi parte decir que no me encanta, su sabor y la manera en la que me besa, cómo todo mi cuerpo se estremece convirtiéndose en una masa blanda bajo su tacto. Todo Matías me gusta y me enciende a un punto que no creí capaz que un hombre me hiciera llegar. — ¡Oh! perd… No tuve tiempo de terminar, ya que su boca estaba sobre la mía silenciando mis disculpas y mis ojos se cerraron por sí solos. Enloquecida, quería empujarlo, porque él se mostraba irritado cuando yo lo besé, pero mi cuerpo no me obedecía y mis músculos se tensaron. Suavemente, sus labios rozan los míos, los presionan delicadamente, una deliciosa sensación de vacío se instala en mi pecho. Respiré el aroma de su loción y una fragancia almizclada, dulce, suave y amaderado induce a la relajación con un
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Deliciosa frustración.
Narra Ignacia.Sin embargo, a Matías poco le duró la ternura porque atento a mis reacciones, mordisquea mi boca y, con cada nuevo asalto, evitaba gemir. Todo mi cuerpo reacciona y, muy a mi pesar, me arqueo para sentirlo más cerca. Pasaba una mano por mi cabello jalando con una pizca de delicadeza y por momentos intentaba tirar con fuerza, con ese mismo salvajismo que me tomó de la cintura con la otra, provocando una nueva descarga eléctrica que circulaba mis venas cuando al fin nuestras lenguas se mezclan antes de comenzar una deliciosa danza. «¿Cómo puede un simple beso provocar este efecto?» Retrocediendo, Matías me mira con una intensidad tal que despierta en mí una miríada de sensaciones inéditas y a la vez puedo ser consciente de que una pregunta muda flota en sus ojos. Entonces enardecida por la proximidad de su cuerpo, respondo pasando mis manos alrededor de su nuca para jalarlo hacia mí percibiendo como se estremece y por fin se entrega dominándome con todo su ser y su
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Deliciosa frustración. 2
Narra Ignacia.De repente, me atrapa por las muñecas, reúne mis brazos encima de mi cabeza y las aprisiona con una mano de acero antes de chocar con mi boca con un beso febril. Su cuerpo pesa suavemente sobre mí, sus muslos duros se imponen a los míos, abren firmemente mis piernas. Contra mi sexo ya húmedo se presiona la rígida barra de su miembro erguido. Saberlo tan cerca me excita todavía más, lo necesitaba desde anoche, y por lo visto, no importa cuánto lo tenga siempre mi necesidad por sentirlo se vuelve más continua y eso me hace tener el sentimiento de estar indefensa debido a que su poder sexual sobre mi hace que me vea reducida a su voluntad, enloqueciendo mis pensamientos. Me gusta tanto sentirlo que temo volverme dependiente de su cuerpo y esto apenas empieza. No es amor es solo pasión y a veces suele ser más peligroso que el mismo amor y si sumamos a ese hecho todo el odio que este hombre profesa por mí, deja claro que ya me he perdido justo como él quería. «Me creía m
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 Juego frío y caliente.
Narra Ignacia.—Matías eres un maniaco déjame ir—exijo pegándole en el hombro derecho, pero, nuevamente hace algo que me aturde. —Solo disfruta, siente la adrenalina— susurra en mi oído al mismo tiempo que su golpeteo empieza de nuevo, siendo más rápidos, y más vigorosos haciendo que el placer renazca. Sin embargo, nuevamente como si se divirtiera Matías lo detiene en cuanto percibe que estoy a punto de llegar al límite, imponiéndome esta frustración justo antes de que alcance la cima. Jadeante, gimo continuamente hundiendo mis uñas en su espalda transmitiendo al rasgarle, mi enfado, del mismo modo que le muerdo el hombro, con tanta fuerza que parezco ardilla brava. Entonces su risa vibra en mi pecho cuando sus manos palpan mis nalgas y me propina una fuerte palmada que me hace arquear la espalda dándome cuenta de que volví a recibirlo hasta el fondo. Su juego de frío y caliente, de rudo y tierno estaba influenciando a mis hormonas a perder el control, ya que sentía como esas mi
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Dos personitas maravillosas.
Narrador.—Ina, por el amor del santísimo, ese loco está frustrado porque lo rechacé abiertamente y a hombres como el que se piensan lo máximo le arde que una mujer como yo le haga el feo— ya había dejado de llorar y no podía sostenerle la mirada a Ignacia quien se dio cuenta de que Tobías le gusta a Luisa.—Pues, dale una lección por lo que ha hecho— le propuso con picardía.—Ahh, Ignacia conozco esa mirada, don verga te ha convertido en una desvergonzada — le reclamó con mejor ánimo incluso hasta riendo, pero eso no significa que ha dejado de estar molesta, solo que haberse desahogado le sirvió muchísimo. Ella vio el cuello enrojecido de Ignacia y la tocó con su dedo índice— mira la prueba aquí, ya te perdí amiga, mira no más como ese salvaje te deja toda marcada— bromeó e Ignacia rió quedamente con las mejillas sonrojadas.—Parece que te has enamorado más pronto de lo esperado, ¡fuera Sebastián!, que ahora don verga sabrosa es el dueño de este corazón—. Ignacia se tensó ante su pa
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