Narra Ignacia.—Creo que es por todo esto— no sabía qué más agregar, de modo que para evadir el tema le dije— a los niños les encanta pasar tiempo con usted— ella sonrió, dejándome ver que es mutuo el sentir.—Sí. Tenía tiempo que no compartía con niños, hacerlo me trajo buenos recuerdos. Me recordaron como Matías y Mauricio se enojaban por todo. Mi Mauricio, que era un niño justamente como Camil, se ofendía con facilidad, entonces Matías, que era noble; cariñoso, y muy bromista, le encantaba hacer enojar a su hermano — a medida que me comentaba se perdió en su propio mundo por unos segundos y luego continuó diciendo — eran tiempos tan bonitos, —soltó un suspiro profundo que transmitió su tristeza. Escucharla me hizo sentir miserable, a pesar de que se notaba que me contaba sin ningún motivo, solo quería compartir algo bonito, igual era un tormento para mí escucharla hablar de sus hijos.—Yo…, — quería agregar algo, una palabra de consuelo, pero las palabras no me salían, ni me encon
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