Narrador. Ignacia esperaba a que Iván regresara al salón al ver que transcurría el tiempo y no aparecía, decidió salir en su búsqueda, agitada y suponiendo que Sebastián se lo había llevado, miró a todos lados viendo a los hombres que siempre están custodiando la hacienda con armas largas en manos, cosa que de hecho le parecía extraña, pero en esta ocasión su mente no estaba en eso, sino en saber de su hijo. —¡Hola chicos!—, levantó una mano como gesto de saludo. Sin olvidar que la única vez que ha hablado con ellos es para gritarles cuantos insultos pudo y ahora le daba algo de pena su anterior comportamiento con ellos, y vió al suelo escuchando como dos de los tres hombres les respondieron. —Hola señora—, el otro estaba renuente, ya que trabajaba con Tobías y este en un momento de rabia expresó que esa mujer es un peligro para la organización, de modo que hay muchos de ellos que no quieren tener compenetración con Ignacia. —Si no es molestia podrían decirme si vieron a mi hi
Narra Matías. No podía concentrarme en nada, esta vez no quería reaccionar como mayormente lo hago, me pareció denigrante ir a ella y tomarla del brazo para exigirle una explicación, no tenía por qué y aun sabiéndolo todavía no deja de enfadarme. «Voy a enloquecer» «Tengo tantas cosas en las que debo pensar e Ignacia me acapara todo el tiempo y la energía» expulsé el aire y volví a absorber sintiendo un leve dolor de cabeza por el estrés. El sonido del teléfono me trajo de vuelta a la realidad. —Señor. Roberto me ha informado que ya recuperó la mercancía robada—, me informa Daniel y debería alegrarme porque deseaba mostrarle a Ráelo Martínez que conmigo no se juega. —Buen trabajo Daniel…, — cuando estaba a punto de hacerle otro pedido para una entrega que tenemos, la puerta fue abierta y abruptamente detuve mis palabras cuando vi que se trataba de mi capricho que viene con una bandeja, deja el café frente a mí y se me queda viendo. —Daniel, hablamos cuando termines— con eso últ
Narra Ignacia. Cuando vi su mirada de desaprobación me sentí tan tonta, me dejé manejar por el agradecimiento tal vez, o quizás no sé qué me conllevó a querer tocar su cabello y saborear sus labios, pues sería muy falso de mi parte decir que no me encanta, su sabor y la manera en la que me besa, cómo todo mi cuerpo se estremece convirtiéndose en una masa blanda bajo su tacto. Todo Matías me gusta y me enciende a un punto que no creí capaz que un hombre me hiciera llegar. — ¡Oh! perd… No tuve tiempo de terminar, ya que su boca estaba sobre la mía silenciando mis disculpas y mis ojos se cerraron por sí solos. Enloquecida, quería empujarlo, porque él se mostraba irritado cuando yo lo besé, pero mi cuerpo no me obedecía y mis músculos se tensaron. Suavemente, sus labios rozan los míos, los presionan delicadamente, una deliciosa sensación de vacío se instala en mi pecho. Respiré el aroma de su loción y una fragancia almizclada, dulce, suave y amaderado induce a la relajación con un
Narra Ignacia.Sin embargo, a Matías poco le duró la ternura porque atento a mis reacciones, mordisquea mi boca y, con cada nuevo asalto, evitaba gemir. Todo mi cuerpo reacciona y, muy a mi pesar, me arqueo para sentirlo más cerca. Pasaba una mano por mi cabello jalando con una pizca de delicadeza y por momentos intentaba tirar con fuerza, con ese mismo salvajismo que me tomó de la cintura con la otra, provocando una nueva descarga eléctrica que circulaba mis venas cuando al fin nuestras lenguas se mezclan antes de comenzar una deliciosa danza. «¿Cómo puede un simple beso provocar este efecto?» Retrocediendo, Matías me mira con una intensidad tal que despierta en mí una miríada de sensaciones inéditas y a la vez puedo ser consciente de que una pregunta muda flota en sus ojos. Entonces enardecida por la proximidad de su cuerpo, respondo pasando mis manos alrededor de su nuca para jalarlo hacia mí percibiendo como se estremece y por fin se entrega dominándome con todo su ser y su
Narra Ignacia.De repente, me atrapa por las muñecas, reúne mis brazos encima de mi cabeza y las aprisiona con una mano de acero antes de chocar con mi boca con un beso febril. Su cuerpo pesa suavemente sobre mí, sus muslos duros se imponen a los míos, abren firmemente mis piernas. Contra mi sexo ya húmedo se presiona la rígida barra de su miembro erguido. Saberlo tan cerca me excita todavía más, lo necesitaba desde anoche, y por lo visto, no importa cuánto lo tenga siempre mi necesidad por sentirlo se vuelve más continua y eso me hace tener el sentimiento de estar indefensa debido a que su poder sexual sobre mi hace que me vea reducida a su voluntad, enloqueciendo mis pensamientos. Me gusta tanto sentirlo que temo volverme dependiente de su cuerpo y esto apenas empieza. No es amor es solo pasión y a veces suele ser más peligroso que el mismo amor y si sumamos a ese hecho todo el odio que este hombre profesa por mí, deja claro que ya me he perdido justo como él quería. «Me creía m
Narra Ignacia.—Matías eres un maniaco déjame ir—exijo pegándole en el hombro derecho, pero, nuevamente hace algo que me aturde. —Solo disfruta, siente la adrenalina— susurra en mi oído al mismo tiempo que su golpeteo empieza de nuevo, siendo más rápidos, y más vigorosos haciendo que el placer renazca. Sin embargo, nuevamente como si se divirtiera Matías lo detiene en cuanto percibe que estoy a punto de llegar al límite, imponiéndome esta frustración justo antes de que alcance la cima. Jadeante, gimo continuamente hundiendo mis uñas en su espalda transmitiendo al rasgarle, mi enfado, del mismo modo que le muerdo el hombro, con tanta fuerza que parezco ardilla brava. Entonces su risa vibra en mi pecho cuando sus manos palpan mis nalgas y me propina una fuerte palmada que me hace arquear la espalda dándome cuenta de que volví a recibirlo hasta el fondo. Su juego de frío y caliente, de rudo y tierno estaba influenciando a mis hormonas a perder el control, ya que sentía como esas mi
Narrador.—Ina, por el amor del santísimo, ese loco está frustrado porque lo rechacé abiertamente y a hombres como el que se piensan lo máximo le arde que una mujer como yo le haga el feo— ya había dejado de llorar y no podía sostenerle la mirada a Ignacia quien se dio cuenta de que Tobías le gusta a Luisa.—Pues, dale una lección por lo que ha hecho— le propuso con picardía.—Ahh, Ignacia conozco esa mirada, don verga te ha convertido en una desvergonzada — le reclamó con mejor ánimo incluso hasta riendo, pero eso no significa que ha dejado de estar molesta, solo que haberse desahogado le sirvió muchísimo. Ella vio el cuello enrojecido de Ignacia y la tocó con su dedo índice— mira la prueba aquí, ya te perdí amiga, mira no más como ese salvaje te deja toda marcada— bromeó e Ignacia rió quedamente con las mejillas sonrojadas.—Parece que te has enamorado más pronto de lo esperado, ¡fuera Sebastián!, que ahora don verga sabrosa es el dueño de este corazón—. Ignacia se tensó ante su pa
Narrador.Ignacia sintió que se había liberado, pero ahora Martina era la que sentía el gran peso de esa carga, sin embargo, eso no le impidió ir a colorear con Iván y Camil, riendo y dándose cuenta de que sus primeras percepciones al ver en Iván parecido con Matías no eran erróneas.—Abuelita Marti tus ojos y mis ojos son del mismo color— manifestó Camil cuando tomó entre sus deditos una crayola color marrón para colorear los ojos de la muñequita que había dibujado. A su parecer era Martina y ella que estaba tan sensible la miró sintiendo que se quedaba sin aliento, antes de sonreír, y responder.—Si princesa, las personas solemos tener muchos rasgos parecidos.—Como Iván y yo, pero soy más bonita— bromea la nena mostrando su sonrisa tierna que le han empezado a robar los suspiros a Martina y aunque bien sabe que es de otro hombre ya esa princesa le ha robado el corazón. Iván se molestó tomando en serio la broma de Camil.—No mientas Camil eres una niña fea— atacó y Camil se entris