47. Un monstruo de mujer
Mientras él tuviese vida, ella jamás volvería a vivir nada similar; si dijo a sí mismo, todavía consolándola.— Gali, tienes que volver a denunciar, lo que viviste fue espantoso, ese miserable debe pagar con cárcel.— No, por favor — ella se incorporó para mirarlo. Sus ojos mieles estaban tan rojos que sintió que su interior se comprimía de solo saberla y verla así —. He dejado el pasado atrás, estos meses, Cristo, todo este tiempo yo he logrado olvidar, reponerme, no quiero tener que revivir esa historia, y ahora que te la conté, yo… yo no quiero volver a mencionar este tema.Él asintió, aunque un poco inconforme, pues esa pelirroja se había convertido en todo su mundo, se había enamorado de ella sin advertirlo y no era justo que aquella aberración quedase impune.— Tranquila, las cosas serán como tú quieras, pero es importante que sepas que me tienes a mí, que estaré aquí, siempre, ¿de acuerdo?Ella torció una sonrisa y se recargó otra vez contra su pecho.Allí miraron las estrellas
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