36. Te deseo a cada segundo
Para los días siguientes, las chispas revoloteaban sin que alguno de los dos pudiese ser capaz de ocultarlo; Dios, eran tan evidentes, así que mientras ellos permanecían en esa bruma erótica a la que se sumergían, ajenos al resto, en la casa grande todos comenzaban a darse cuenta.La semana siguiente se vieron casi a diario, incluso una vez al día no era suficiente. Se necesitaban a cada segundo, a cada instante, cada vez que se tocaban la carga eléctrica aumentaba y terminaban arrinconados en alguna habitación vacía, no importaba la hora, ni siquiera el peligro, estaban en su propio mundo.Sus encuentros en la cabaña eran una cosa sin igual; ya no se basaba a solo sexo, no, era algo más allá de eso, de lo carnal. Muchas veces se ponían de acuerdo con anterioridad para saltarse la cena y así cocinar algo juntos en medio de risas, coqueteos y roces sutiles. Luego acababan tenidos en el sofá; suplicando por aire; a los pies de la cama; exhaustos después de haber hecho el amor de una for
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