Mientras emprendía su camino de regreso a la casa grande, rogó en su interior para que por favor no fuese demasiado tarde para ella... para ellos.Tan pronto los neumáticos crujieron abruptamente en la explanada, saltó fuera de la camioneta y la tomó en brazos, más angustiado de lo que alguna vez había estado en su vida. Corrió al interior con ese cuerpo laxo que parecía casi sin vida; aunque seguro estaba de que su corazón todavía latía, pues antes se había asegurado de ello.— ¡Leandro, lleva el botiquín de emergencias para picaduras a mi habitación! — ordenó a medida que subía las escaleras con ella. Desconocía el tiempo que había pasado desde la picadura, por lo que debía actuar de madera inmediata — ¡Indiana, Eduarda, síganme!Todos allí obedecieron sin más. Leandro corrió hasta el lugar donde sabía que encontraría el botiquín y las dos jovencitas corrieron tras el patrón para recibir las órdenes pertinentes una vez allí.El brasileño no se detuvo hasta que llegó al cuarto de bañ
Más tarde de esa oscura y terrible noche, el doctor ya había tomado su pulso, escuchado el latir de su corazón y revisado sus pupilas.Todo parecía indicar que el veneno no había llegado demasiado lejos, por suerte.— ¿Cómo está doctor? — le preguntó él, al fin, sin poder contenerse un segundo más. La angustia era más grande que él, se había apoderado firmemente de su cuerpo y no lo dejaría en paz hasta saber que su ninfa de fuego estaba fuera de peligro.— Desconozco hasta donde ha podido llegar el veneno, pero fue muy responsable e inteligente de su parte administrarle el antídoto, de lo contrario, ahora… — un silencio que hizo que el pecho del brasileño se estrujara de forma dolorosa.— Dígame que es lo más recomendable hacer por ahora, doctor. ¿Deberíamos trasladarla a río? Tengo un helicóptero disponible para despegar — dijo desde su posición, casi inmóvil, aunque atento a esa mujer que le había robado hasta la última gota de raciocinio, pero que muy poco eso le importaba. Todo d
Tomaba su mano mientras la explicaba cariñosamente lo que había sucedido y por qué ella estaba allí, en su habitación, padeciendo bajo sus manos.— ¿Un… alacrán? — preguntó con voz pausada, pasando la resequedad de su garganta y moviendo los párpados lánguidamente.No se acordaba de absolutamente nada, tan solo de haber salido de la casa, caminar hasta que sus piernas sintieron el vértigo y luego llegar a la cabaña, pero… ¿un alacrán? El desconcierto la golpeó sin contemplación.El corazón del brasileño todavía se sentía destrozado de saberla así, tan apagada y frágil, sobre todo porque ella siempre era luz radiante.— Sí, pero ahora estás mejor, logramos bajarte la fiebre progresivamente, era la principal prioridad — explicó calmado, aunque aún se sentía increíblemente preocupado por ese ser mágico que adoraba.— ¿Plural? — inquirió ella, arrugando el ceño tiernamente.— Sí, Gali, todos aquí se preocuparon por ti y pusieron de su parte para que te mejoraras, también vino un doctor, d
Para la tarde de ese mismo día, Salomé pudo entrar a ver a su mami Gali. Las dos estaban emocionadas por verse, pues la primera no había dejado de preguntar por ella y la segunda, ni se diga, adoraba con todo su ser a esa niña.Cristopher salió un rato de la habitación; dejándolas pasar ese momento a solas, aunque al pendiente todo el tiempo. Entró al despacho y se puso al día con asuntos de la hacienda, Leandro y Benicio preguntaron por la muchacha, alegrándose inmediatamente de su mejoría.Más tarde, no había dejado de pensar en ella ni un solo segundo, así que mientras su capataz trataba de explicarle un asunto que se debía tratar en la empacadora, él tenía la mirada un tanto perdida en el jardín, evocando a esa ninfa roja sin poder siquiera evitarlo.Lo que sentía por ella definitivamente era algo grande, algo nuevo… algo que no había experimentado nunca antes. La electricidad recorría su torrente sanguíneo cada vez que la tenía cerca, que respiraba su mismo aire. Dios, era tan in
El siguiente par de días ella mostró favorables mejorías. El doctor la visitó y en todos los chequeos observó que no había peligro alguno, al menos no uno que pudiese notar; por ello, debían acudir pronto a la ciudad para hacerse un chequeo más general.Cristopher se mostró accesible y encantador todo el tiempo, notificándole al doctor que se haría exactamente eso, que por su cuenta corría que esa ninfa se hiciese ver por otro profesional de la salud para descartar cualquier cosa.Por la tarde, mientras estaba en una llamada con su amigo de toda la vida; Mateo, tuvo que informarle con pocos detalles lo que había sucedido con Galilea. El joven doctor en seguida se preocupó, estimaba muchísimo a esa muchacha, así que decidió que la visitaría lo antes posible.La mañana siguiente ya estaba en la hacienda.— ¿Cómo está? — preguntó al bajar de la camioneta. Benicio había ido por él hasta el helipuerto de Villa Cecilia.Cristopher lo recibió en la entrada de la casa, donde estrecharon manos
Salomé se mostró muy complacida cuando le comentó que ella y su papi saldrían a dar un paseo juntos y solos. En seguida, la muñequita de ojos bicolores comenzó a dar brinquitos de alegría por toda la habitación y prometió ser una niña buena con Indiana y Eduarda, quienes serían las encargadas directas de cuidarla en su ausencia.Minutos más tarde, bajó las escaleras; él ya llevaba un rato en el punto de encuentro, ansioso y nervioso a partes iguales. Al girarse, la vio, y de inmediato, su pulso trepidó.Lucía increíblemente preciosa, como siempre.Ella sonrió feliz al verlo; era un hombre guapísimo.— Hola — musitó, con sus ojos clavados en los suyos.— Hola — respondió él, desviando la mirada hasta sus labios; se le antojaban muchísimo ese día — ¿Estás lista?— Sí — dijo ella, con gesto ávido, embelesada con todo de él.— Bien, vamos — con una mano en su espalda baja, la guio con mucho cuidado hasta el asiento copiloto de una de las camionetas, pues su pie todavía flaqueaba un poco.
Después de haberle confesado sus más sinceras palabras; ella se quedó helada, todavía derramando lágrimas sin control. Él, con el temor de haberse equivocado, limpió cada una de ellas con el dorso de su mano.— ¿Qué pasa, Gali? — necesitó saber, todo de ella se había quedado paralizado bajo su cuerpo. Lloraba sin comprender por qué — ¿He dicho o he hecho algo que…?— No, no… — ella negó y sonrió nostálgica — Es solo qué… — pasó un trago, se sentía increíblemente nerviosa — ¿Es verdad lo que acabas de decir? ¿Tú… tú me amas?Él volvió a respirar; ahora más tranquilo y acunó su mejilla.— Muy en serio — aseguró, firme, nunca había sido tan sincero en su vida como en ese momento — Me he enamorado de ti y te juro que este sentimiento es real.— Cristo…— Shh, ninfa, no digas nada, no tienes que corresponderme si no es lo que sientes — le dijo, si ella no estaba lista para amarlo la comprendería, pues él había puesto las reglas en aquel juego y sería lógico que ella quisiera protegerse.La
— Conocí a Alex cuando tenía dieciséis y nos enamoramos a las pocas semanas — comenzó a decir… minutos más tarde, ya le había contado como había iniciado su relación.Él era un joven promesa, tenía las mejores calificaciones del colegio prestigioso al que asistía y la enamoró con palabras dulces, siendo un caballero, nunca se mostró distante o frío, al contrario, estaba a cada segundo para ello. Ese mismo año murieron sus padres, fue completamente devastador para ella, se había quedado sola, lo tenía únicamente a él, quien le prometió matrimonio tan pronto cumpliera la mayoría de edad.Ilusionada, aceptó.Cristo acariciaba su mano y la observaba mientras ella le contaba cabizbaja los detalles.— ¿Qué pasó después? — preguntó bajito.— Cumplió su promesa, cumplí la mayoría de edad y nos casamos enamorados, o eso creí yo — continuó hablando y allí fue cuando su voz empezó a quebrarse de a poco.En la noche de bodas, cuando iba a entregarse por primera vez a él como suya, él bebió tanto