41. Estar enamorada

Tomaba su mano mientras la explicaba cariñosamente lo que había sucedido y por qué ella estaba allí, en su habitación, padeciendo bajo sus manos.

— ¿Un… alacrán? — preguntó con voz pausada, pasando la resequedad de su garganta y moviendo los párpados lánguidamente.

No se acordaba de absolutamente nada, tan solo de haber salido de la casa, caminar hasta que sus piernas sintieron el vértigo y luego llegar a la cabaña, pero… ¿un alacrán? El desconcierto la golpeó sin contemplación.

El corazón del brasileño todavía se sentía destrozado de saberla así, tan apagada y frágil, sobre todo porque ella siempre era luz radiante.

— Sí, pero ahora estás mejor, logramos bajarte la fiebre progresivamente, era la principal prioridad — explicó calmado, aunque aún se sentía increíblemente preocupado por ese ser mágico que adoraba.

— ¿Plural? — inquirió ella, arrugando el ceño tiernamente.

— Sí, Gali, todos aquí se preocuparon por ti y pusieron de su parte para que te mejoraras, también vino un doctor, d
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