22. Una propuesta... ¿acepta?
Todavía estaba agitada cuando entró a su habitación y corrió hasta el cuarto de baño, allí se humedeció el rostro y el cuello, trazando débiles y tímidas caricias por los rincones que él había recorrido con sus labios y que aún guardaban su sabor, la ternura de un ligero y casi majestuoso contacto.Se miró al espejo, estaba roja y tenía el labio inferior un poco hinchado; sonrió como una tonta sin poder evitarlo. ¿Qué estaba haciendo? Ese era el comportamiento de una quinceañera, ya no tenía cara para decirse a sí misma que todo aquello estaba mal, terrible, que ni siquiera debió ocurrir una primera vez, tampoco una segunda, pero, aun así, no podía borrar de su interior esa terrible necesidad que la empujaba a querer ser poseída por un hombre como él, de su talla y porte, grande, fiero, insaciable.¿Cómo diablos esa mujer podía encenderlo hasta el punto de dejarlo tieso durante una hora? Fue lo que pensó Cristopher, es que ya no se reconocía a sí mismo, por amor a dios, esa flacucha s
Leer más