Ella lo tomó por la camisa y lo saboreó desesperada, aceptando el embate de su lengua dentro de su cavidad, adueñándose hasta del último gramo de aliento que pudiese existir en ella. Gimió, consiguiendo una respuesta rápida de sus manos en torno a su cintura, apretándola, marcándolas como suyas.Se hizo de los botones de su camisa al tiempo que él levantaba el vestido y se separaba solo un par de segundos para sacárselo por los brazos y regresar a ese delicioso contacto que para ese punto ya lo tenía irreversiblemente atrapado.Tan pronto estuvieron en ropa interior, la elevó del suelo e hizo que sus piernas se enroscaran a su cintura mientras él los guiaba entre besos y jadeos al interior de la habitación. Ese día había sido por demás agonizante, deus, había estado esperando tanto por ese momento que no podía contenerse un segundo más, quería estar en su interior, invadiéndola como un salvaje, tomándolo todo de ella y entregándole todo de sí mismo.Caminó a ciegas hasta la cama y all
El día siguiente lo pasó con el estómago cosquilleándole a toda hora, y es que si no se concentraba lo suficiente en lo que hacía, podía recordar las cosas que hicieron ese martes por la noche, y los días anteriores a ese y un poco antes también.La realidad de todo aquello es que la tenía deseándolo a cada segundo, evocándolo como una quinceañera y añorando cada segundo su contacto, sus besos.Era increíble todo lo que provocaba en su sistema con una caricia, un roce involuntario. Cualquier cosa que hiciera sobre su piel encendía partes de ella que hasta ahora no sabía que existían.Por su parte, Cristo no se sentía muy diferente a ella, ya había reconocido que esa mujer le atraía de una forma desmedida y lo seguro que estaba de querer tenerla en su cama; sin embargo, su actitud gélida e indiferente con respecto a lo que habían acordado lo tenía más que inquieto, intrigado, lo estaba dominando sin preverlo y eso era algo que jamás se había permitido a sí mismo, ni siquiera con Cecili
— Patrón, lo buscan en la empacadora — le había dicho Leandro esa tarde, quien llevaba un rato esperándolo en el salón principal.Cristopher había tomado una ducha rápida porque ya sabía que Galilea y su hija le esperaban en la cocina para hacer el dichoso pastel, y si bien de repostero no tenía nada, la idea de pasar tiempo con ellas le parecía más atractiva e importante que cualquier otra cosa que tuviese que hacer aquel día.— Pasaré la tarde con Galilea y Salomé, encárgate tú, estás calificado para resolver y atender cualquier imprevisto. Lo que sea que se salga de tu control me lo haces saber — en otra oportunidad aquello no hubiese salido jamás de su boca, pues le gustaba asegurarse personalmente de que todo en la hacienda se hiciera y moviera meticulosamente conforme siempre lo exigía.— Sí, señor — murmuró el capataz con asombro y se retiró. Era evidente que entre ese par algo ya se había sembrado y solo era cuestión de tiempo para que empezara a florecer.Risas y palabras reb
Pese a su gran esfuerzo por permanecer indiferente antes la situación, no lo logró muy bien, de hecho, se le dio pésimo.Cristo se había encerrado en su despacho con esa mujer hacía ya media hora y su cabeza no dejaba de dar vueltas a todo lo que allí probablemente estuviese sucediendo. Primero se escuchaban risas y luego silencio… un silencio que comprometía muchísimo y la hacía arder por dentro.Ah, ¿qué le pasa? Era evidente que él no tenía ese tipo de encuentros solo con ella, no era la única a la que le hacía el amor de una forma jamás contada, experimentada, y aunque eso lo tenía bastante claro y había aceptado tal acuerdo sin quejas o reclamos, no pudo evitar esa descarga de adrenalina que estaba recorriendo su sistema en ese preciso segundo.Pasados unos minutos, la puerta del despacho se abrió. Ella lo supo porque llevaba todo ese rato en el salón principal con Salomé.— Prometo que voy a compensarte — escuchó decir a esa mujer con voz seductora.— No te preocupes, vamos — él
La siguió antes de que pudiera subir las escaleras, entrelazó su mano a la suya y la llevó hasta su despacho. Una vez allí, teniéndola como quería, prisionera en sus brazos, la miró son ansias; anhelo.El corazón de la pelirroja palpitó frenético, involuntario. Estaba tan cerca que podía sentir su aroma cosquilleándole la piel, su aliento fresco mezclándose con el suyo entrecortado y su tenso tórax cubriéndola de lo grande y fornido que era en comparación a ella.— Es una amiga — musitó, buscando sus labios en la penumbra de la noche. Ella alzó la vista sin comprender muy bien por qué le decía algo como aquello — Julia, la mujer que viste hoy… es una amiga. Ha heredado una hacienda vecina y necesitaba un poco de ayuda en cuanto a una remodelación que quiere hacer — torció el gesto — No sabe nada del tema y quería contar con mi experiencia.Y algo más que la experiencia… seguramente. Pensó ella al pasar saliva delicadamente. Su pecho todavía se inflaba contra el suyo y apenas le dejaba
Sus padres llegaron a Villa Cecilia la mañana del siguiente día.El personal ya lo había preparado todo con tiempo para recibirlos, desde comodidades hasta un banquete entero en uno de los jardines para desayunar. Después de varias horas de vuelo seguro vendrían con bastante apetito.— ¿Dónde están Salomé y Galilea? — preguntó a Indiana ya estando en la mesa, Bruna y Caterina también se les habían unido después de pasar un par de días en la ciudad principal.— Bajan en seguida, señor, la niña estuvo con dolor de estómago desde que despertó, pero ya está bien — la informó la muchacha del servicio y él asintió.— ¿Quién es Galilea, hijo? — preguntó su madre, curiosa. Conocía a todos los del servicio y ese precioso nombre no lo había escuchado jamás.— Buenos días — todos los rostros en la mesa se giraron al escuchar voz tan dócil y delicada.El brasileño alzó la mirada para toparse con la suya tierna, cargada de chispas, sensualidad fémina.— Pai, mãe, les presento a Galilea, ella es la
La tarde del viernes despidió a sus padres en el helipuerto bajo la promesa de irlos a visitar a río tan pronto como fuese posible, su nieta estaba creciendo a una velocidad impresionante y querían ser parte de todo ese proceso. Galilea podría ir también, le mencionó su madre, arrancándole un gesto que casi la provocó la risa. Parecía un completo adolescente, de verdad que jamás lo había visto así.— Te lo dije, ese par quieren comerse con la mirada, si es que no lo han hecho ya — musitó Manuela a su esposo, quien no pensaba muy distinto.— Es una jovencita hermosa, harían buena pareja.— Y lo más importante es que quiere a nuestra nieta, ¿qué más podríamos pedir?Volaron con esa idea a la ciudad metida en la cabeza, solo esperaban las buenas noticias cuando volvieran a verse. Cristopher era un hombre maravilloso, hijo ejemplar, buen marido y padre; sin embargo, desde que murió Cecilia algo en su interior también lo hizo, esa chispa que habitaba en su interior poquito a poco fue apagá
Una suave melodía la recibió al entrar; también olía a esencia de mandarina. Se quitó la chaqueta que llevaba puesta esa noche y la colgó en la entrada, ingresó nerviosa, más de lo que acostumbraba. Tenía el leve presentimiento de que esa sensación nunca desaparecía, no cuando saber que lo vería seguía provocando ese aleteo de mariposas en su interior.Sentado fuera, en una pequeña terraza que daba con el exterior, la escuchó entrar. Ya había visto la camioneta de Leandro acercarse a lo lejos, así que esperó allí, impaciente; todo adentro estaba preparado para recibirla.Bebió un tragó y se incorporó; sonriendo como un niño al verla vestida así, fresca y ligera, sin exageraciones ni pretensiones. Llevaba puesto un jean un tanto suelto y una camisita que enseñaba su escote en forma de V, nada atrevida pero sí un poco coqueta, tierna, infantil. Le gustaba.Se asomó con las manos metidas dentro de los bolsillos de su pantalón; ella aguardaba en la mitad del salón, observando cada cosa en