Pese a su gran esfuerzo por permanecer indiferente antes la situación, no lo logró muy bien, de hecho, se le dio pésimo.Cristo se había encerrado en su despacho con esa mujer hacía ya media hora y su cabeza no dejaba de dar vueltas a todo lo que allí probablemente estuviese sucediendo. Primero se escuchaban risas y luego silencio… un silencio que comprometía muchísimo y la hacía arder por dentro.Ah, ¿qué le pasa? Era evidente que él no tenía ese tipo de encuentros solo con ella, no era la única a la que le hacía el amor de una forma jamás contada, experimentada, y aunque eso lo tenía bastante claro y había aceptado tal acuerdo sin quejas o reclamos, no pudo evitar esa descarga de adrenalina que estaba recorriendo su sistema en ese preciso segundo.Pasados unos minutos, la puerta del despacho se abrió. Ella lo supo porque llevaba todo ese rato en el salón principal con Salomé.— Prometo que voy a compensarte — escuchó decir a esa mujer con voz seductora.— No te preocupes, vamos — él
La siguió antes de que pudiera subir las escaleras, entrelazó su mano a la suya y la llevó hasta su despacho. Una vez allí, teniéndola como quería, prisionera en sus brazos, la miró son ansias; anhelo.El corazón de la pelirroja palpitó frenético, involuntario. Estaba tan cerca que podía sentir su aroma cosquilleándole la piel, su aliento fresco mezclándose con el suyo entrecortado y su tenso tórax cubriéndola de lo grande y fornido que era en comparación a ella.— Es una amiga — musitó, buscando sus labios en la penumbra de la noche. Ella alzó la vista sin comprender muy bien por qué le decía algo como aquello — Julia, la mujer que viste hoy… es una amiga. Ha heredado una hacienda vecina y necesitaba un poco de ayuda en cuanto a una remodelación que quiere hacer — torció el gesto — No sabe nada del tema y quería contar con mi experiencia.Y algo más que la experiencia… seguramente. Pensó ella al pasar saliva delicadamente. Su pecho todavía se inflaba contra el suyo y apenas le dejaba
Sus padres llegaron a Villa Cecilia la mañana del siguiente día.El personal ya lo había preparado todo con tiempo para recibirlos, desde comodidades hasta un banquete entero en uno de los jardines para desayunar. Después de varias horas de vuelo seguro vendrían con bastante apetito.— ¿Dónde están Salomé y Galilea? — preguntó a Indiana ya estando en la mesa, Bruna y Caterina también se les habían unido después de pasar un par de días en la ciudad principal.— Bajan en seguida, señor, la niña estuvo con dolor de estómago desde que despertó, pero ya está bien — la informó la muchacha del servicio y él asintió.— ¿Quién es Galilea, hijo? — preguntó su madre, curiosa. Conocía a todos los del servicio y ese precioso nombre no lo había escuchado jamás.— Buenos días — todos los rostros en la mesa se giraron al escuchar voz tan dócil y delicada.El brasileño alzó la mirada para toparse con la suya tierna, cargada de chispas, sensualidad fémina.— Pai, mãe, les presento a Galilea, ella es la
La tarde del viernes despidió a sus padres en el helipuerto bajo la promesa de irlos a visitar a río tan pronto como fuese posible, su nieta estaba creciendo a una velocidad impresionante y querían ser parte de todo ese proceso. Galilea podría ir también, le mencionó su madre, arrancándole un gesto que casi la provocó la risa. Parecía un completo adolescente, de verdad que jamás lo había visto así.— Te lo dije, ese par quieren comerse con la mirada, si es que no lo han hecho ya — musitó Manuela a su esposo, quien no pensaba muy distinto.— Es una jovencita hermosa, harían buena pareja.— Y lo más importante es que quiere a nuestra nieta, ¿qué más podríamos pedir?Volaron con esa idea a la ciudad metida en la cabeza, solo esperaban las buenas noticias cuando volvieran a verse. Cristopher era un hombre maravilloso, hijo ejemplar, buen marido y padre; sin embargo, desde que murió Cecilia algo en su interior también lo hizo, esa chispa que habitaba en su interior poquito a poco fue apagá
Una suave melodía la recibió al entrar; también olía a esencia de mandarina. Se quitó la chaqueta que llevaba puesta esa noche y la colgó en la entrada, ingresó nerviosa, más de lo que acostumbraba. Tenía el leve presentimiento de que esa sensación nunca desaparecía, no cuando saber que lo vería seguía provocando ese aleteo de mariposas en su interior.Sentado fuera, en una pequeña terraza que daba con el exterior, la escuchó entrar. Ya había visto la camioneta de Leandro acercarse a lo lejos, así que esperó allí, impaciente; todo adentro estaba preparado para recibirla.Bebió un tragó y se incorporó; sonriendo como un niño al verla vestida así, fresca y ligera, sin exageraciones ni pretensiones. Llevaba puesto un jean un tanto suelto y una camisita que enseñaba su escote en forma de V, nada atrevida pero sí un poco coqueta, tierna, infantil. Le gustaba.Se asomó con las manos metidas dentro de los bolsillos de su pantalón; ella aguardaba en la mitad del salón, observando cada cosa en
Su aliento acarició su espina dorsal cuando él apartó su melena rojiza y la miró desde su posición, todavía desnudo y apoyando el peso de su cuerpo sobre un codo.— Tengo hambre y tú no cenaste nada hoy, pensé que podría preparar algo para los dos. ¿Qué te parece?— Me… me parece bien — lo dijo sin complicarse, sin pensar, y es que así era ella cuando estaba con él, no pensaba con suficiente claridad.El brasileño sonrió orgulloso y se incorporó. Besó su hombre desnudo como mero gesto fugaz y se colocó únicamente el pantalón.— Puedes darte una ducha mientras yo me hago cargo de la cocina — le dijo ya de camino.La pelirroja pasó el trago de su garganta y se puso de pie, nerviosa. Haría lo que le había pedido, quizás así conseguía aclararse un poco.Minutos después, el vapor lo había empañado todo. El agua corría sobre su cuerpo y su piel se erizaba a medida que lo que imaginaba allí con ella. Tocándola y poseyéndola de la única forma que él sabía hacerlo. Su tacto era espectacular, a
Ese delicioso aroma llegó a su nariz cuando alzó la vista. No la había podido sacar de su cabeza ni un solo segundo, tal parecía que evocarla había surtido bastante efecto.La pelirroja sintió esa mirada abrasadora sobre sí; se giró automática.— Buenos días — musitó él, acababa de llegar de las caballerizas. Esa mañana había despertado bien temprano, más de lo que acostumbraba.— Buenos días — respondió ella, siendo jodidamente bella.Después del encuentro que tuvieron la noche anterior, las chispas entre ellos seguían brincando de puro deseo; era algo inevitable. El brasileño no podía concebir el día sin verla y la pelirroja añoraba despertar para también hacerlo.Pasaron el uno al lado del otro. Ella iba a buscar a la niña al salón donde recibía sus clases y él se dirigía a su despacho; sin poder contenerse, miró sus labios. Maldición, se le antojaban muchísimo esa mañana, no, se le antojaban todo el día y eso no era precisamente algo que pudiese controlar, no cuando ella lo eclips
El resto de ese día no volvieron a verse, aunque lo desearan con desespero a cada segundo.Para la tarde, Salomé ya estaba más que lista con un precioso vestidito de verano color limón que resaltaban sus ojos bicolores. La pequeña se miró al espejo más que encantada con la elección, su cabello largo y rubio caía como una cascada de oro y dos trencitas que se entrelazaban en la coronilla de su cabeza con adornos de maripositas que la hacían lucir como sacada de un cuento.De pronto, un par de toquecitos en la puerta la hizo alzar la vista. Caterina asomó la cabeza con una sonrisa y luego ingresó. Estaba perfectamente pulida para la ocasión, un vestido largo con estampados y un peinado semi recogido.— Buenas tardes, muchacha — saludó la mujer, acercándose — venía por mi nieta. Los invitados están llegando a la hacienda y están ansiosos por conocerla.La pelirroja asintió sin problemas.— Ve con tu abuela, cariño — le pidió a la pequeña, quien dudó un par de segundos pero al final termi