Para los días siguientes, las chispas revoloteaban sin que alguno de los dos pudiese ser capaz de ocultarlo; Dios, eran tan evidentes, así que mientras ellos permanecían en esa bruma erótica a la que se sumergían, ajenos al resto, en la casa grande todos comenzaban a darse cuenta.La semana siguiente se vieron casi a diario, incluso una vez al día no era suficiente. Se necesitaban a cada segundo, a cada instante, cada vez que se tocaban la carga eléctrica aumentaba y terminaban arrinconados en alguna habitación vacía, no importaba la hora, ni siquiera el peligro, estaban en su propio mundo.Sus encuentros en la cabaña eran una cosa sin igual; ya no se basaba a solo sexo, no, era algo más allá de eso, de lo carnal. Muchas veces se ponían de acuerdo con anterioridad para saltarse la cena y así cocinar algo juntos en medio de risas, coqueteos y roces sutiles. Luego acababan tenidos en el sofá; suplicando por aire; a los pies de la cama; exhaustos después de haber hecho el amor de una for
Una semana después se celebraba el cumpleaños de Indiana en la hacienda. Eran sus diecinueve y todas las muchachas del servicio se juntaron para hacerle un pastel y darle un pequeño detalle en el jardín con la previa autorización del patrón, quien no puso quejas en lo absoluto, al contrario, les dio la tarde libre a todos para que se divirtieran ese día.— ¿Se unirán a la celebración? — la pregunta tomó a la pelirroja tan de sorpresa que no pudo evitar un respingo.Él sonrió bajó el umbral de la puerta, cruzado de brazos. Llevaba varios minutos observando como ella batallaba con el cabello largo y lacio de su hija para que las coletitas se le sostuvieran a lo largo de su cabeza.— Sí, Salomé está ansiosa por el pastel — musitó desde la distancia, sonriendo genuina como solía serlo — ¿Usted irá?— Tengo trabajo, probablemente les acompañé en un rato.Ella asintió y poco después pasó a su lado. El brasileño aprovechó para darle un beso a su sol salvaje y regalarle una mirada penetrante
— Se acabó la fiesta, todos vuelvan a la casa y a sus respectivos labores — pidió al tiempo que sentía una fuerte opresión en el pecho; de esas que cortaban el aliento y estrangulaban. Todos obedecieron en silencio y de forma premeditaba, incluso ella — Tú no, Galilea, sígueme.Le ordenó sin atreverse a mirarla siquiera y un segundo después ella obedecía como una autómata.Tan pronto cerró la puerta detrás de sí, ya era casi imposible respirar. Temblaba e inhalaba sin poder contenerlo. Mientras tanto, él se aferraba a los bordes del escritorio con una fuerza que parecía desorbitante, pero es que si no lo hacía, temía que pudiese venirse abajo en cualquier momento.— Por la expresión de tu rostro, imagino que no tenías ni la menor idea de esta… equivocación — porque sí, eso era lo que debía ser, una absoluta equivocación, no había forma de que fuese de otro modo.Ella se había sometido al proceso de inseminación en el mismo hospital en el que él se había sometido al suyo. Era insólito,
Mientras emprendía su camino de regreso a la casa grande, rogó en su interior para que por favor no fuese demasiado tarde para ella... para ellos.Tan pronto los neumáticos crujieron abruptamente en la explanada, saltó fuera de la camioneta y la tomó en brazos, más angustiado de lo que alguna vez había estado en su vida. Corrió al interior con ese cuerpo laxo que parecía casi sin vida; aunque seguro estaba de que su corazón todavía latía, pues antes se había asegurado de ello.— ¡Leandro, lleva el botiquín de emergencias para picaduras a mi habitación! — ordenó a medida que subía las escaleras con ella. Desconocía el tiempo que había pasado desde la picadura, por lo que debía actuar de madera inmediata — ¡Indiana, Eduarda, síganme!Todos allí obedecieron sin más. Leandro corrió hasta el lugar donde sabía que encontraría el botiquín y las dos jovencitas corrieron tras el patrón para recibir las órdenes pertinentes una vez allí.El brasileño no se detuvo hasta que llegó al cuarto de bañ
Más tarde de esa oscura y terrible noche, el doctor ya había tomado su pulso, escuchado el latir de su corazón y revisado sus pupilas.Todo parecía indicar que el veneno no había llegado demasiado lejos, por suerte.— ¿Cómo está doctor? — le preguntó él, al fin, sin poder contenerse un segundo más. La angustia era más grande que él, se había apoderado firmemente de su cuerpo y no lo dejaría en paz hasta saber que su ninfa de fuego estaba fuera de peligro.— Desconozco hasta donde ha podido llegar el veneno, pero fue muy responsable e inteligente de su parte administrarle el antídoto, de lo contrario, ahora… — un silencio que hizo que el pecho del brasileño se estrujara de forma dolorosa.— Dígame que es lo más recomendable hacer por ahora, doctor. ¿Deberíamos trasladarla a río? Tengo un helicóptero disponible para despegar — dijo desde su posición, casi inmóvil, aunque atento a esa mujer que le había robado hasta la última gota de raciocinio, pero que muy poco eso le importaba. Todo d
Tomaba su mano mientras la explicaba cariñosamente lo que había sucedido y por qué ella estaba allí, en su habitación, padeciendo bajo sus manos.— ¿Un… alacrán? — preguntó con voz pausada, pasando la resequedad de su garganta y moviendo los párpados lánguidamente.No se acordaba de absolutamente nada, tan solo de haber salido de la casa, caminar hasta que sus piernas sintieron el vértigo y luego llegar a la cabaña, pero… ¿un alacrán? El desconcierto la golpeó sin contemplación.El corazón del brasileño todavía se sentía destrozado de saberla así, tan apagada y frágil, sobre todo porque ella siempre era luz radiante.— Sí, pero ahora estás mejor, logramos bajarte la fiebre progresivamente, era la principal prioridad — explicó calmado, aunque aún se sentía increíblemente preocupado por ese ser mágico que adoraba.— ¿Plural? — inquirió ella, arrugando el ceño tiernamente.— Sí, Gali, todos aquí se preocuparon por ti y pusieron de su parte para que te mejoraras, también vino un doctor, d
Para la tarde de ese mismo día, Salomé pudo entrar a ver a su mami Gali. Las dos estaban emocionadas por verse, pues la primera no había dejado de preguntar por ella y la segunda, ni se diga, adoraba con todo su ser a esa niña.Cristopher salió un rato de la habitación; dejándolas pasar ese momento a solas, aunque al pendiente todo el tiempo. Entró al despacho y se puso al día con asuntos de la hacienda, Leandro y Benicio preguntaron por la muchacha, alegrándose inmediatamente de su mejoría.Más tarde, no había dejado de pensar en ella ni un solo segundo, así que mientras su capataz trataba de explicarle un asunto que se debía tratar en la empacadora, él tenía la mirada un tanto perdida en el jardín, evocando a esa ninfa roja sin poder siquiera evitarlo.Lo que sentía por ella definitivamente era algo grande, algo nuevo… algo que no había experimentado nunca antes. La electricidad recorría su torrente sanguíneo cada vez que la tenía cerca, que respiraba su mismo aire. Dios, era tan in
El siguiente par de días ella mostró favorables mejorías. El doctor la visitó y en todos los chequeos observó que no había peligro alguno, al menos no uno que pudiese notar; por ello, debían acudir pronto a la ciudad para hacerse un chequeo más general.Cristopher se mostró accesible y encantador todo el tiempo, notificándole al doctor que se haría exactamente eso, que por su cuenta corría que esa ninfa se hiciese ver por otro profesional de la salud para descartar cualquier cosa.Por la tarde, mientras estaba en una llamada con su amigo de toda la vida; Mateo, tuvo que informarle con pocos detalles lo que había sucedido con Galilea. El joven doctor en seguida se preocupó, estimaba muchísimo a esa muchacha, así que decidió que la visitaría lo antes posible.La mañana siguiente ya estaba en la hacienda.— ¿Cómo está? — preguntó al bajar de la camioneta. Benicio había ido por él hasta el helipuerto de Villa Cecilia.Cristopher lo recibió en la entrada de la casa, donde estrecharon manos