Cuando Eileen fue a retirar a Malena al colegio, uno de los más costosos de la ciudad, vio que la pequeña salía con el rostro cubierto de lágrimas.Rápidamente, se acercó a ella y, poniéndose a su altura, le preguntó:—¿Qué sucede, mi amor?La niña, que tan solo contaba con seis años de edad, alzó la mirada hacia ella y se secó las lágrimas antes de responder:—Papá no ha pagado el colegio. —Sorbió por la nariz—. Y la directora me dijo, delante de todos, que quería hablar contigo para que te pongas al corriente, porque si no tendrán que suspenderme. Todos los chicos comenzaron a burlarse de mí, porque ahora somos pobres.—No, cariño, no somos pobres —le aseguró mientras la abrazaba—. Mamá tiene trabajo y hará todo lo posible para que la directora no te suspenda. Ya verás cómo tus compañeros tendrán que tragarse sus palabras.—Pero, mamá, tú no ganas demasiado —objetó la pequeña.Eileen suspiró y tragó saliva, mientras aupaba a Malena. Detestaba con todo su ser a Charles, su exmarido.
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