Tobías —En esta casa existen reglas, las cuales debes respetar estrictamente—, la gélida voz de mi tío retumba en mi cabeza, de pronto enciende la luz y lo encuentro recargado contra la puerta de brazos cruzados—. Te lo explicaré solo una vez, no me gusta repetir más de una vez las cosas, ¿entendido?— Esboza una sonrisa hiriente, cruel, la cual me hiela la sangre.—No necesita repetir las cosas, tendré la cara, pero no soy estúpido—. Dejo mi mochila sobre el polvoriento sillón rojo que adorna la sala.— ¡Oh, que alegría, de seguro heredaste la inteligencia de tu padre!— Comienza a reír, ríe de manera ruidosa, tosca y por sobre todo, burlesca. —A lo mejor no, en una de esas herede su inteligencia tío—, contraataco inmediatamente.—Ya quisieras tener solo un misero porcentaje de mi inteligencia—. Arquea una de sus cejas sin dejar de reír—. Primera regla, Tobías, jamás vuelvas a sentarte en el asiento del copiloto. Ese sitio tiene exclusividad. Segunda regla, jamás te sentarás junto a
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