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Roto
Roto
Por: Shine Franklin
Prólogo

Prólogo.

Aún recuerdo aquellas sabías palabras de mi abuela, donde me advertía de los peligros del amor. “Nunca entregues tu corazón”, fue el sabio consejo en su lecho de muerte, cuando tan solo era un niño de seis años, por lo que, aquellas palabras me resultaron confusas y rápidamente las ignoré. El amor es un sentimiento dañino, letal, en exceso nocivo y con un poder tan enorme que podría llegar a quebrantar la voluntad del ser humano, inclusive el más poderoso podría perecer a causa de este sentimiento. En aquel entonces no comprendía nada de lo que mencionaba. ¿Cómo amar podría ser algo malo? Yo la amaba a ella y eso no estaba bien, se sentía correcto y me hacía feliz.

Con su muerte lloré, lo hice como jamás hasta ese entonces lo había hecho. Fue en esa etapa de mi vida que comencé a comprender cuan doloroso y dañino era aquel sentimiento, la tremenda angustia que se apoderaba de mi pecho oprimiendo hasta casi dejarme sin aire cuando ella partió. No hay nada más doloroso sobre la tierra que ser abandonado por quien amas, más cuando es un abandono sin retorno. Con el paso del tiempo comprendí que no era su culpa, si de ella dependiera, aún estaría a mi lado. Lamentablemente el tiempo no perdona y la muerte mucho menos.

Con el paso de los años olvidé aquel consejo, entregando mi corazón sin miedo alguno. Solo era un chiquillo carente de atención y cariño por lo que confíe en la persona equivocada y por ello salí lastimado. Terminé hundiéndome en un mundo el cual no me pertenecía, me adapté a quién amaba dejando a un lado mis propios principios, abandoné mis sueños tomando por propios los suyos, simplemente dejé de ser yo mismo para transformarme en lo que él deseaba... Lo más doloroso fue que ni haciendo todo eso logré ganarme su corazón. Tristemente su corazón tenía dueño y yo no tenía mucho que hacer ahí, tarde lo comprendí.

Dicen que las relaciones son de a dos, sin embargo, la nuestra estaba coja, era de esas relaciones extrañas, en simples palabras, era relación de a uno. Puse toda mi voluntad para que funcionara, excedí mis propias capacidades sin querer ver que me desgastaba en el proceso, al parecer ninguno de mis esfuerzos valió la pena, no importaba cuanto hiciera, nunca apreció nada de ello, nunca me amó, definitivamente no logré llenar ni una pisca de su hueco corazón. Ahora estoy solo, sin él, sin mí, sin lograr encontrar mi propia esencia en el camino, soy como un animal herido que subsiste lejos de su dueño. Ahora soy un cuerpo vacío, sin alma, he de admitir que solo soy un hombre roto.

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