Samuel Sin nada más que decir salgo de su habitación, doy una última ojeada a la sala para luego marcharme. ¡No pienso volver a pisar esta casa! ¡Tampoco pretendo volver a ver su cara en lo que me queda de vida! Me dirijo con prisa al lugar del encuentro, me preocupa el haber dejado tanto rato solo a Alex, pese a que peleamos la mayor parte del tiempo, lo quiero, lo considero mi amigo, es casi como un hermano. Sé que en algunas ocasiones hemos cruzado el límite, más se lo he dejado muy en claro, es por simple curiosidad, no trate de hallar amor donde no lo hay. Al menos no de mi parte.—Aquí están los papeles— Saco el documento de mi bolsillo desdoblando este cuidadosamente y extendiendo mi temblorosa mano para que puedan ver que no es un engaño.— ¡Samuel! ¡Hasta que llegaste!— La alegría en el rostro de mi amigo es similar a la de un perro cuando ve regresar a su amo, solo falta que mueva la inexistente cola.—Todo en orden, solo te advierto que si tú padre viene a hacer problemas
IsaacHe excedido los límites, nunca tuve que haberlos traspasado, me maldigo una y mil veces por eso. Pero la carne es débil y el deseo supero toda cordura. Asumo que no lo amo, es imposible amar a alguien cuando tú corazón ya se encuentra completamente ocupado. Pero comienzo a generar una extraña e incómoda dependencia con Tobias, se está volviendo tan fuerte que no deseo dejarlo a solas ni un maldito instante y el sentirme de este modo es realmente asfixiante. El sexo entre ambos se ha transformado en algo vital, no hay un maldito día en que no desee poseerlo, pensé que la presencia de Samuel sería un obstáculo, sin embargo, me importa una mierda que este. Lo único que consigue es volver el ambiente mucho más excitante, el solo pensar que a diario escucha los gemidos de Tobías aclamando por más me pone a mil. De paso sirve para que entienda que por estos rumbos no tiene si quiera una mínima posibilidad. Samuel puede creer que no lo he notado, pero no por nada le doblo la edad, sé
Prólogo.Aún recuerdo aquellas sabías palabras de mi abuela, donde me advertía de los peligros del amor. “Nunca entregues tu corazón”, fue el sabio consejo en su lecho de muerte, cuando tan solo era un niño de seis años, por lo que, aquellas palabras me resultaron confusas y rápidamente las ignoré. El amor es un sentimiento dañino, letal, en exceso nocivo y con un poder tan enorme que podría llegar a quebrantar la voluntad del ser humano, inclusive el más poderoso podría perecer a causa de este sentimiento. En aquel entonces no comprendía nada de lo que mencionaba. ¿Cómo amar podría ser algo malo? Yo la amaba a ella y eso no estaba bien, se sentía correcto y me hacía feliz.Con su muerte lloré, lo hice como jamás hasta ese entonces lo había hecho. Fue en esa etapa de mi vida que comencé a comprender cuan doloroso y dañino era aquel sentimiento, la tremenda angustia que se apoderaba de mi pecho oprimiendo hasta casi dejarme sin aire cuando ella partió. No hay nada más doloroso sobre la
Capítulo 1.- Han transcurrido doce largos años desde que pisé por primera vez un orfanato. La vida en sitios como estos no es sencilla, no importa cuánto tiempo transcurra, jamás terminas de acostumbrarte. En sitios como estos hay carencia de todo, carencia de presupuesto, carencia de ropa, de alimentos, pero, sobre todo, carencia de amor y cuidados. En sitios como este, toca aprender que la vida es dura, que es difícil y que tristemente es selectiva. Mientras que aquí nos revolcamos en nuestra miseria hay personas fuera que disfrutan de su felicidad y abundancia, o bien, si no gozan de abundancia, al menos tienen a alguien en quien apoyarse. Nosotros no, acá dentro se está solo.Los primeros años, fueron sin duda los peores. Era pequeño, no lograba entender del todo como es que mi familia se desmoronó en un abrir y cerrar de ojos. No lograba adaptarme a la ausencia de mi abuela, no lograba sacar de mi cabeza el último instante en que vi con vida a mi madre o a mi padre. Estaba tan a
Tobías —Deja tus mierdas en la cajuela—, se dirige de manera despectiva hacía mí—, y no tardes, tengo prisa—. Se adentra en el vehículo y posteriormente la cajuela se abre.—Claro, queridísimo tío—, susurro aquello mientras dejó mi mochila dentro de la cajuela. Cierro esta con cierta brusquedad y me encamino al asiento del copiloto. — ¿Qué mierda haces?— Golpea con su puño el volante e involuntariamente me estremezco. Odio la violencia, la odio porque mi cuerpo reacciona a esta y me aterro.—Solo me estoy acomodando—, enfrento su mirada, mas no puedo dejar de frotar mis manos y pellizcar mis dedos, buscando mediante esta acción algo de tranquilidad.—Este lugar solo mi hermano Vincent, puede ocuparlo—, comienza a mover una de sus manos, gesto con el cual remarca sus palabras y hecharme de manera tan humillante.—No es necesario que sea tan despectivo, basta con pedirlo de buena manera—, resoplo fastidiado y bajo del automóvil para acomodarme en los asientos traseros. — ¿ES EN SERIO
Tobías. Esto es extraño, más que extraño, retorcido. Por lo que entiendo Vincent, es mi otro tío, ¿entonces por qué demonios se hacen este tipo de dedicatorias entre hermanos? Realmente da mucho que pensar. Por ahora prefiero no entrometerme en asuntos que no me corresponden, por lo que con cierta prisa intento guardar todo dentro de la guantera. Grande es mi sorpresa al encontrarme con una pistola 9mm, balas y una bolsita transparente herméticamente sellada con un polvo rocoso de color blanco dentro.Siento mi corazón latir con prisa y la adrenalina a tope recorriendo mi cuerpo. ¿Qué clase de persona es Isaac Bauer? Un grito ahogado escapa de mis labios al sentir un brusco agarre sobre mi muñeca, dejo caer las cosas al piso y volteo a ver, encontrándome con los ojos inyectados de odio de mi tío. Con cada segundo que transcurre la presión sobre mi muñeca se torna más violenta, por lo que dejo escapar un agudo chillido al momento que intento zafarme. Sus dedos queman y su mirada impet
Tobías —En esta casa existen reglas, las cuales debes respetar estrictamente—, la gélida voz de mi tío retumba en mi cabeza, de pronto enciende la luz y lo encuentro recargado contra la puerta de brazos cruzados—. Te lo explicaré solo una vez, no me gusta repetir más de una vez las cosas, ¿entendido?— Esboza una sonrisa hiriente, cruel, la cual me hiela la sangre.—No necesita repetir las cosas, tendré la cara, pero no soy estúpido—. Dejo mi mochila sobre el polvoriento sillón rojo que adorna la sala.— ¡Oh, que alegría, de seguro heredaste la inteligencia de tu padre!— Comienza a reír, ríe de manera ruidosa, tosca y por sobre todo, burlesca. —A lo mejor no, en una de esas herede su inteligencia tío—, contraataco inmediatamente.—Ya quisieras tener solo un misero porcentaje de mi inteligencia—. Arquea una de sus cejas sin dejar de reír—. Primera regla, Tobías, jamás vuelvas a sentarte en el asiento del copiloto. Ese sitio tiene exclusividad. Segunda regla, jamás te sentarás junto a
Tobías Perro... Es una excelente palabra para definirme en este momento, en mis dieciocho años me he sentido de muchas maneras, pero jamás como un perro..., ¿quién mierda se cree para tratarme de esta forma? Se supone que es mi tío y que ha tomado mi custodia para brindarme una familia, una nueva oportunidad, se supone que peleo por mi tutela porque me quiere, o al menos, desea aprender a quererme. Pero la realidad está muy lejos de eso. Cuando Isaac me mira, solo puedo ver odio, rabia, celos. ¿Qué mierda tenía el juez en la cabeza para darle la custodia de un joven que recién cumple la mayoría de edad y debe ser reintegrado a la sociedad a un enfermo como este? Mi divagación mental acaba al sentir sus manos posarse con pesadez sobre mis hombros zarandeándome un poco.—Deja de perder el tiempo y ve a preparar algo de comer, he estado todo el día fuera y muero de hambre—. Entierra sus dedos con furia en mis escuálidos hombros.— ¡Suéltame! —Me zafo de su agarre para escabullirme por s