Tobías
—En esta casa existen reglas, las cuales debes respetar estrictamente—, la gélida voz de mi tío retumba en mi cabeza, de pronto enciende la luz y lo encuentro recargado contra la puerta de brazos cruzados—. Te lo explicaré solo una vez, no me gusta repetir más de una vez las cosas, ¿entendido?— Esboza una sonrisa hiriente, cruel, la cual me hiela la sangre.—No necesita repetir las cosas, tendré la cara, pero no soy estúpido—. Dejo mi mochila sobre el polvoriento sillón rojo que adorna la sala.— ¡Oh, que alegría, de seguro heredaste la inteligencia de tu padre!— Comienza a reír, ríe de manera ruidosa, tosca y por sobre todo, burlesca.—A lo mejor no, en una de esas herede su inteligencia tío—, contraataco inmediatamente.—Ya quisieras tener solo un misero porcentaje de mi inteligencia—. Arquea una de sus cejas sin dejar de reír—. Primera regla, Tobías, jamás vuelvas a sentarte en el asiento del copiloto. Ese sitio tiene exclusividad. Segunda regla, jamás te sentarás junto a mí en la mesa, comerás en la cocina o bien, lo harás cuando yo termine de hacerlo. Debes de tener claro cuál es tu postura dentro de esta casa—. Con paso seguro se me acerca y me toma del mentón—, y la última regla, pero la más importante, jamás toques las cosas de mí hermano—. Me suelta y toma las bolsas con víveres llevándolas a la cocina.Acepto sus condiciones sin rechistar, pese a sentirme jodidamente humillado, no digo nada al respecto. No deseo problemas, trataré de ganármelo y llevar la fiesta en paz. Solo faltan dos años para que alcance mi mayoría de edad y pueda hacer de mi puta vida lo que me venga en gana. Me quedo de pies junto al sillón, esperando a que me indique donde dormiré. Él, no se da por aludido, sigue guardando los refrescos en la nevera, junto a un montón de pizzas congeladas. Decido romper el silencio y preguntar por mi habitación, quiero ordenar mis pocas pertenecías y descansar un poco.—¿Cuál es mi habitación, tío?— Nervioso froto mis manos, mientras desvío mi mirada de la suya—, deseo acomodar mis cosas y descansar un rato—. Mi voz sale temblorosa, tímida.—Solo hay dos habitaciones, una es la mía y la otra de mi hermano Vincent—. Una macabra sonrisa adorna su rostro, se nota que disfruta de la situación, disfruta el hacerme sentir incomodo, el hacerme sentir poca cosa—, tú dormirás en el sillón, luego te entregaré alguna manta para que te arropes.Le miro incrédulo. ¿Habla en serio? Vuelve a ignorarme por lo que deduzco que no bromea, sin más, dejo caer mi cuerpo pesadamente sobre ese sucio y viejo sillón, estornudo un par de veces por el polvo que se ha levantado con el peso de mi cuerpo. De pronto, siento mis ojos arder y unas inmensas ganas de llorar, de gritar, de romper cuanta cosa este delante de mí, nada de esto es lo que esperaba y la frustración comienza a superarme. ¡Jamás había conocido a nadie igual! Pasé por muchos hogares sustitutos, padecí muchos tipos de abusos, dormí en sótanos húmedos y sucios e incluso me tocó pasar noches en las calles, como un vagabundo. Conocí a todo tipo de personas, pero la diferencia entre Isaac y ellos, es que él es sangre de mi sangre, es el hermano de mi padre y esa gente, solo eran desconocidos. Esas personas me hicieron sentir humillado, sentí que solo era un estorbo para ellos, más nunca me hicieron sentir como un puto perro.Tobías Perro... Es una excelente palabra para definirme en este momento, en mis dieciocho años me he sentido de muchas maneras, pero jamás como un perro..., ¿quién mierda se cree para tratarme de esta forma? Se supone que es mi tío y que ha tomado mi custodia para brindarme una familia, una nueva oportunidad, se supone que peleo por mi tutela porque me quiere, o al menos, desea aprender a quererme. Pero la realidad está muy lejos de eso. Cuando Isaac me mira, solo puedo ver odio, rabia, celos. ¿Qué mierda tenía el juez en la cabeza para darle la custodia de un joven que recién cumple la mayoría de edad y debe ser reintegrado a la sociedad a un enfermo como este? Mi divagación mental acaba al sentir sus manos posarse con pesadez sobre mis hombros zarandeándome un poco.—Deja de perder el tiempo y ve a preparar algo de comer, he estado todo el día fuera y muero de hambre—. Entierra sus dedos con furia en mis escuálidos hombros.— ¡Suéltame! —Me zafo de su agarre para escabullirme por s
Tobías Al fin me queda la última olla, solo deseo acabar con esto y poder descansar. Miro de reojos y noto como tira la colilla del cigarrillo al piso para luego aplastarla con su pie. En ese momento, algo explota dentro de mí. ¡Ya no puedo más! No me siento capaz de lidiar con este hombre por dos largos años, enjuago mis manos y giro la perilla del surtidor para cortar el agua. Giro rápidamente y avanzo decidido hacía donde él está sentado, sin embargo, a cada paso que doy mi valentía desaparece, Isaac me escudriña con la mirada y de pronto me paralizo frente a él.—Me largo—, mi voz tiembla al igual que mis piernas, definitivamente soy un cobarde sin remedio—. No podemos seguir de este modo, me haces sentir humillado y todo lo que haces no es correcto—. Mis palabras desbordan inseguridad.—Adelante, Tobías. La puerta es muy ancha y si deseas irte puedes hacerlo, yo no voy a rogar por tu presencia—. Se levanta de la silla para comenzar a rodearme, como un depredador haría con su pre
Tobías En este momento me siento presa del pánico, me retuerzo bajo su agarre e intento liberarme. Todo esfuerzo es inútil, él es más alto que yo por una cabeza y su complexión corporal me duplica. Es una gran masa de fibra y músculos, mientras que yo, solo soy un debilucho chiquillo de dieciocho años que aparenta mucho menos, a medio desarrollar por la pésima alimentación que ha recibido los últimos diez años de su jodida vida.Deseo gritar por ayuda, a pesar de ser consciente que estamos solos en medio de la nada. Necesito hacer algo, pero él no da tregua. Dejo de pelear, mis brazos caen pesadamente a mis costados y las ganas de toser se vuelven insostenibles. A mi alrededor todo pierde nitidez y poco a poco mi entorno se transforma en una masa gris con puntos de colores. Al parecer, mi verdugo se apiada, retira su mano de mi cuello y caigo al piso, ya que mis piernas no responden. La tos provoca que mi cuerpo convulsione y a mi alrededor todo gira con una desagradable rapidez, in
IsaacEstuve tan cerca de acabar con todo, tan cerca de estrangular a ese chiquillo que es el vil recuerdo de la existencia de Jonathan, su padre. Necesitaba sentir su frágil cuello entre mis dedos y apretar con todas las fuerzas que poseo, apretar y disfrutar de la vulnerabilidad que me ofrece tan placentera situación. Por momentos no lograba ver a Tobías, solo veía el rostro del bastardo que arruinó mi vida. Era como si la vida me premiara, entregándome una segunda oportunidad para ejecutar tan dulce venganza.De pronto, me perdí en sus ojos, en la negrura de estos, en la desmedida dulzura que estos reflejan. Fue en ese preciso momento en que me retracté, él es Tobías, alguien completamente ajeno a todo lo que su padre hizo en el pasado.Debatiendo con mis demonios, llegué a la triste conclusión de dejarlo en paz, Tobías era inocente, ni siquiera era consciente de la clase de monstruo con el que estaba viviendo, ni mucho menos, la clase de monstruo que alguna vez fue su padre. No im
IsaacEs difícil fingir y hacer de cuenta que nada ha pasado, el fingir no es algo que se me dé muy bien y Vincent nota que algo me pasa. Como siempre intenta arreglar todo con un beso, posa sus labios sobre los míos y ese contacto tan intimo me sabe amargo. Siento el perfume de aquel hombre impregnado en su ropa por lo que en un arranque de celos le tomo de la barbilla para luego devorarle la boca de un beso.Tiempo atrás él hubiese correspondido con la misma intensidad, más ahora solo busca separarse de mis brazos. Lo dejo ir, no quiero forzarlo a nada y tampoco estoy dispuesto a mendigar las migajas que el otro deja. Vincent, rápidamente se separa de mis brazos y frota sus manos con insistencia, señal de que está nervioso. Se mantiene en silencio y su mirada se pierde en las líneas del piso, se siente incómodo, lo noto con solo mirarlo y su lejanía me carcome por dentro.—Estoy cansado Isaac, ha sido un día largo y los ojos me pesan—. Bosteza sin ganas y se encamina a su habitación
IsaacHoy ha sido un día especial, casi mágico, como el señor Maxwell se encuentra con licencia médica ha llegado un profesor de reemplazo. Su nombre es Sebastián Weber, es joven y demasiado atractivo. Ambos hemos conectado casi de inmediato, no me importa que arrastre tras él, ese hombre será mío.Han trascurrido dos semanas desde que Sebastián ha llegado al instituto, dos semanas que han sido más que suficientes para que volteé completamente mi pequeño universo. Puede sonar algo enfermo, pero sostengo una relación incestuosa con mi hermano mayor, lo nuestro viene desde hace muchos años atrás y creí que lo amaba, pero no, el conocer a Sebastián me hizo entender que estaba confundido. Confundí el amor fraternal que nos teníamos con la carencia de atención y de un núcleo familiar bien constituido. Isaac, fue mi escape, me aferré a él para poder tolerar los maltratos de nuestro padre, él hacía mi dolor llevadero, sin embargo, ahora realmente he conocido el amor.Hoy Sebastián me a besado
Isaac.Sin esperar a que responda sale de la casa, me quedo sentado en medio de la cocina completamente solo y con el alma desecha. Ahogo un suspiro de frustración, no me queda más que recoger los fragmentos de mi roto corazón. Dejo pasar alrededor de unas dos horas, mil ideas cruzan por mi mente y a la vez ninguna termina de convencerme. Fuera de sí, me encamino al despacho que fue de mi padre y del cajón de su escritorio extraigo la pistola que él utilizaba para corregir errores. Guardo el alma entre mi pantalón y abdomen bajo, tomo las llaves del auto y salgo de casa.En el trayecto me encuentro con demasiada congestión vehicular, sin embargo, no me encuentro alterado, extrañamente me siento calmado, como quién sabe de ante mano que le depara el destino y espera pacientemente que todo acontezca. Pasados unos cuarenta y cinco minutos llego a la dirección señalada, busco donde estacionar, decidiendo hacerlo en la parte trasera del edificio. No quiero que, por esas malas casualidades
Isaac.Desde este momento, todo transcurre como en cámara lenta, me aparto del cuerpo de quién fue mi rival y con pasos torpes comienzo a buscar el baño. El departamento no es muy grande, por lo que rápidamente doy con el lugar. Me encierro con pestillo, enciendo la luz y me miro al espejo asustándome de mi propio reflejo. Gotas de sangre salpicaron mi rostro y mis manos están completamente teñidas de rojo. Efusivamente lavo mis manos y dejo que el agua limpie mi culpa, para luego proseguir con mi rostro. Sin rastro de sangre en mi piel abandono el cuarto de baño, encontrando a Vincent tirado en el piso, sosteniendo la inerte mano de quien fue su amado.—Llamé a la policía, no dudaré en contar toda la verdad—. Sus palabras están cargadas de profundo odio—, será mejor que te vayas y que no vuelvas jamás.—No te preocupes, Vincent— me detengo junto a la puerta de salida—. No volveré, pero él tampoco lo hará—. Sin más que hacer o decir salgo del interior y cierro la puerta con un sonoro