40. Celos, cuidados y cariño
Tenía que ser una puta broma.Diablos, tenía que serlo, pero no, él estaba allí, ja, por supuesto que lo estaba… y para colmo, era él quien iba a recibirla.— Emilio — saludó su primo, serio, ataviado en ese profesionalismo que tanto le caracterizaba.— Fabio — gruñó el aludido, pegando más a su cuerpo a esa jovencita que se quejaba del dolor débilmente.— ¿Qué ha pasado? — preguntó en seguida, sin regodeos, con una mínima seña indicó a los enfermos que buscaran una camilla y allí la tendieran, pero él, cegado por la sola idea de que su flamante primo la atendiera, no la soltó, al menos no con tanta facilidad y sin quejarse antes.Joder, no lo pensó, pero… ¿cómo diablos iba a saberlo?Fabio no solo era uno de los mejores médicos del país, sino que había trabajado en Villa Re durante ocho años de su carrera, siendo, innegablemente, el mejor en su área. Estaba casado con Kathia, una pastelera que tuvo a su primogénito; desgraciadamente, fallecieron en un terrible accidente de tránsito,
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