El tiempo circulo de prisa, hasta la hora de la merienda, tomando la decisión de descansar y degustar los aperitivos que prepararon con anterioridad en la cocina. –Sin duda, los emparedados son mi especialidad –orgullosa, le ofreció uno a Marco, comiéndolo en seguida, convenciéndose que tenía talento para la cocina. –Antes tenía una interrogante sobre mi alumna aprendiendo a cocinar y si lo aria bien. Pero ahora, me lleno de alivio y satisfacción al darme cuenta que si alguna vez llega a vivir sola, al menos no morirá de hambre ante el sabor de los alimentos. –¿Gracias? –arqueo la ceja, trato de descifrar si era un alago o un insulto. –Es un alago. Aunque es algo sencillo, es importante el sabor que se obtiene al final. Y este emparedado sabe muy bien. Recostado sobre el árbol, dejo la posición pulcra y recta por una despreocupada y relajada. Sentado con una pierna recogida que sostenía uno de los brazos, miro el recipiente con el resto de emparedados, observando a la calmada Mar
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