Limpié las lágrimas que rodaban por sus mejillas mientras ella le daba las gracias a Dios por encontrarme con bien. Aquello lo decía una y otra vez mientras intentaba calmarla un poco, aunque parecía que ella no tendría calma alguna, se encontraba muy alterada, a veces ni siquiera podía comprender sus palabras pues balbuceaba entre sollozos sin detenerse por un instante. Volví a tomarla del rostro apretando con suavidad sus mejillas y así protruir sus labios para que dejase de hablar por un momento. — Hey, hey, señorita Greco, debería calmarse un poco, ¿eh? —ella me miró confundida, pero guardó silencio—. Estoy bien, nada me ocurrió, pero de ahora en más los Napoli van a pagar… y también seguirán atacando, no lo niego. — Alessandro debes detener esto, no puedes continuar con esta lucha —me interrumpió de forma violenta, además de apartar mis manos de ella. — Voy a continuar con esto, Fiorella. Lo había dejado ya de lado cuando noté dos meses de su ausencia, pero regresaron, ahora es
Leer más