El lugar en donde vivía, era uno bastante humilde, no había demasiado con lo que presumir, y, como tenía muy mala suerte para los lugares en donde vivir —y por eso tenía que mudarse con mucha constancia—, nunca se preocupaba por la proporcionada decoración de su lugar de vivienda, de todas formas, casi nunca iba nadie, de hecho, Leonardo era una de las pocas personas que pisaban aquel lugar. Emma no tenía demasiados amigos, y los pocos que tenía, no eran invitados a su casa.—Perdón por el desorden —le dijo a su jefe, que lo miraba todo en el más completo silencio. Solo cuando quedó frente a Leonardo en ese momento, fue que se dio cuenta de lo pequeña que era en comparación con él. Y ella, no era una mujer pequeña, de hecho, sobresalía en estatura con el resto de sus amistades.—No hay ningún desorden aquí —observó él, riendo—. ¿Te sientes mejor, Emma?—Sí, señor —le respondió, sin saber muy bien como comportarse, nunca creyó que el no invitar a nadie a su apartamento, incluso ni a su
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