Estefanía. Otra vez el despertar reclamaba mi presencia, al abrir los ojos vi nuevamente a Mariana muy atenta; las preguntas se amontonaban en mi boca, sentía que caminaba ciegamente hacia una situación que no había propiciado; por otro lado, cada despertar traía conmigo el dolor profundo de la nueva realidad que me envolvía; Adrián, mi amado Adrián, él continuaba fluyendo a través de mí como un río, pero ahora el dolor había extinto la primavera, aquel hombre que ahora el destino me presentaba como mi hermano, seguía ardiendo en mí; por más que los días fueran fríos, el simple hecho de pensar en él me hacía flamear. Sin proponérmelo las lágrimas emergían cortando mis mejillas, ya no me importaba que desconocidos me vieran llorar, tenía que hacerlo, sacar mi agonía para calmar mi pesar. Aquella maldición de haber sido la mujer de mi hermano era torturante, por qué aun sabiendo de aquella realidad, mi corazón lo continuaba amando más que nunca. Mariana me miraba desde una distanci
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