—Prometo amarte, respetarte, serte fiel. Estar contigo en todo lo que la vida da y en todo lo que la vida quita. Ser un compañero dedicado y hacer de tus días una experiencia inolvidable. Prometo darte todo de mí, para que nunca te arrepientas de este momento. Soy tuyo, gatica, hoy y siempre. —Y a cada palabra que salía de la boca de Marcos, una lágrima corría por la mejilla de Sam. En el momento que Marcos le había dicho al cura que los votos los dirían ellos, Sam lo había mirado azorada. No sabía si sus nervios permitirían que dijera una palabra a derechas. Pero ver la mirada de Marcos cargada de amor mientras recitaba cada frase, había valido la pena. Inmensamente. —Su turno, señorita —dijo el Padre en cuanto Marcos acabó su maravilloso discurso. Sam carraspeó. Abrió la boca una vez, dos, y la volvió a cerrar sin que saliera palabra alguna. Era increíble que una importante ejecutiva que hablaba en reuniones con una simplicidad increíble, que sabía varios idiomas, que tenía facili
Leer más