—¿Papá? —pronuncié cuando abrí la puerta de mi apartamento, observando a mi padre parado frente a mí con una pequeña sonrisa. —Hola, princesa —dijo y sonreí lanzándome a sus brazos para abrazarle fuertemente, llevaba sin verle demasiado tiempo, y eso que no solía verle a menudo. —¿Qué haces aquí? —¿Es que acaso un viejo no puede pasar a ver a su hija? —respondió ofendido. Me callé las ganas de reclamar que podía haberlo hecho en alguno de estos meses atrás, hacía más de medio año que no nos veíamos, y no haberle podido ver siquiera en navidad aún me quemaba. Me eché hacia atrás para pudiera pasar dentro del piso—. Vaya, ni siquiera parece un piso de estudiantes, está demasiado ordenado. —Tenemos a Holden, es un maniático de la limpieza. —Me encogí de hombros y fue cuando Socks apareció frente a nosotros, mirando desconfiado a mi padre, acercándose a sus zapatos para olerle. —¿Primero un conejo y ahora un perro? ¿Cómo se sienten tus compañeros de piso al respecto? —Iba a responde
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