—Cuénteme, ¿cómo se siente? —preguntó el psiquiatra—. ¿Sintió deseos de volver a atentar contra su vida?Lo observó, molesta. «Intenté dormir mil veces esperando que cuando despertara todo hubiese sido un sueño, pero sigo aquí. Prisionera en este horroroso cuerpo. Y me pregunta si quiero atentar contra mi vida. Por su puesto, loquero de tres al cuarto, quiero abrirme en canal y sacarme de este horror que llaman ser humano».—¿Yo? Jamás. Amo la vida, amo mi cuerpo, me amo, amo el sol, amo la lluvia, lo amo a usted, doctor. —Sonrió con toda la alegría que pudo fingir.—¿Por qué siento que me miente? —El psiquiatra le devolvió la sonrisa, y enredó un bolígrafo entre sus dedos.—Tal vez es porque deseo que me dé el alta médica y no me tenga aquí retenida hablando estupideces.De nuevo contorsionó los labios, exhibiendo una brillante y falsa sonrisa.—Bien, hostilidad —murmuró, en voz alta mientras apuntaba en el cuaderno.Estaba por explotar y ponerse a lanzar todo el mobiliario por la ve
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