El ritual llegó a su fin y, con el fracaso, el dolor de saber que había perdido, regresó. Cristian le ofreció mantener a Remedios cautiva para que no pudiese ir a su propia boda, pero eso solo serviría para retrasar lo que creía inevitable. En silencio y con la tristeza como compañera, los dos amigos regresaron al hogar de la pelirroja, que se despidió de ellos entre gritos y amenazas. En la acera, sentados frente a la puerta del edificio, esperaban Elián y Lorena. Al verlos aparecer supieron que el plan fracasó.—Ale… —Elián se levantó y caminó hacia ella.—No digas nada, solo suban al auto. —Lo sentimos, de verdad creíamos que funcionaría. —Lorena bajó el rostro y a su semblante se asomó la tristeza.—Perdóname por no haberte golpeado hasta la muerte —era la quinta vez que Cristian se disculpaba con ella por el mismo motivo.—¡¿Cómo?! —interrumpió, Elián.—¡Ya!, por favor, olvidemos lo sucedido. ¿Cómo les fue con las visitas de la perra?—Eso sí fue muy triste, ¿puedes creer
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