No había recordado la última vez que vi a Adam sonreír y divertirse tanto como lo había hecho. Había buscado en mi cabeza momentos como este en el que la sonrisa le había partido la cara a la mitad, pero no los encontré, la mayoría de las veces su rostro estaba serio y pensativo. Hoy todo eso cambió, su euforia fue la de un niño real. Adam y yo subimos a todos los juegos que encontramos con el pase libre que teníamos, habíamos tirado pelotas hacia objetivos, habíamos subido a la montaña rusa y a un montón de juegos más de los cuales no recordaba el nombre. Y en todo momento ambos estuvimos tan felices y emocionados. Comimos un montón de dulces, como algodón de azúcar, gomitas y otras tantas chucherías como palomitas. También comida chatarra que encontramos en cualquier puesto y a la hora del almuerzo uno de los hombres de Khail llevó comida de algún restaurante para que pudiéramos almorzar antes de seguir. Todo fue sumamente placentero y el pequeño y yo terminamos hechos un desas
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