Katherine soñó. Soñó, eso si podía decirse que alguien en su condición era capaz de hacerlo. Se percibió vagando entre una densa neblina, no escuchaba nada, sus ojos intentaban adaptarse a la tenue luz que traspasaba un manto en su rostro. Estiró sus brazos, buscando asirse a algo, tenía miedo de caer, de dar un paso en falso. De pronto, lo que más temía sucedió. Cayó en una especie de pantano, sus pies se atascaron, el pavor se apoderó de su cuerpo, nublando por completo su razón. Aquello no podía estar ocurriéndole, estaba soñando. Era una pesadilla, solo eso. Movió sus pies para encontrar el fondo y tomar impulso, no lo encontró. Volvió a intentarlo y su cuerpo cayó hacia adelante, contuvo la respiración para no terminar tragando lodo. Agitó los brazos con desesperación. «Tienes que salir de aquí, por favor». Justo cuando se sentía más desesperanzada, se encontró frente a la puerta de su casa; sin embargo, esa puerta era enorme y ella se sentía pequeña, como si fuera Alicia en el
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