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Todos los capítulos de ¡Yo, la Curvy!: Capítulo 41 - Capítulo 50
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Capítulo 41. En la cueva de lobos.
Elizabeth Collins. Nos miramos entre los tres sin que nadie diga nada. Me llevo mi taza de café a la boca y tomo el último sorbo antes de levantarme. —Bueno, tengo que irme —coloco mi cartera por el hombro. —Creo que ya está todo listo y necesito descansar. Ambos se levantan y me miran con el ceño fruncido como esperando a que diga algo más. —Noelia, sé que esto no compensa lo que has hecho por nosotros esta noche, pero me gustaría que lo aceptes —Damián me pasa un cheque. —Sin tu ayuda no hubiésemos podido salvar nada. Miro la pequeña hoja y tiene un monto de $10.000. Me quedo boqueando sin saber que responder. Es mucho dinero, mucho más de lo que hubiese pensado. —No puedo aceptarlo —respondo devolviendo el cheque en sus manos. —¡¿Por qué?! —Fedora exclama. —Es mucho dinero. Esto puede ayudarte bastante. —Efectivamente, es mucho dinero y es por eso que no puedo aceptarlo. Si los ayudé fue por
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Capítulo 42. Por ti, mi amor.
Dante Edwards. —¿Vas a hablar en la conferencia acerca del caso del atentado? ¿Eso no pondrá en sobre alerta a Alissa? —Sí, lo haré —miro mi reflejo en el espejo mientras acomodo mi corbata. —Lo que haga esa mujer ya no me sorprende, Ariel. Si intenta algo será peor para ella porque se estará evidenciando sola. —Son peligrosos —añade. —¿No tienes miedo que tomen represalia contra Lissy? Me detengo por unos segundos aturdido pensando en esa posibilidad para enseguida despejar mi cabeza y continuar con el nudo. —Ella está allí por su propia voluntad. Sabía dónde se estaba metiendo y lo que son capaces de hacer. Termino de arreglarme y empiezo a acomodar algunos de los documentos que debo enviar al agente que está investigando el caso y algunos otros que son para el juicio de divorcio que está previsto para mañana. —Sé que me pediste que no volviera a mencionarte esto, pero, ¿Has pensado en la posibilidad de habla
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Capítulo 43. La oportunidad que esperaba.
Elizabeth Collins.—Noemí, ¿puedes llevar estos documentos en el despacho de la señora Fedora? Por favor —Fidel, el encargado general me pasa una carpeta. —Debía ir personalmente, pero aún no almorcé y muero de hambre ¿Puedo confiártelas?—Claro, sin problema —tomo el folder de su mano. —¿Debe firmarlas o algo así?—Debe firmar la primera hoja como recibo, luego las demás se quedan con ella para que las analice y vea si le apetece cambiar alguna u otra cosa.—Lo hago ahora mismo. Ve a almorzar, yo me encargo —le dedico una sonrisa sincera antes de encaminarme hasta el piso superior.Fidel es un diseñador de vasta trayectoria en el mundo de la moda y es mi jefe desde que trabajo aquí. Aprendí mucho en este tiempo de sus técnicas y estoy bastante agradecida de que esto tambi&ea
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Capítulo 44. Te amo, Dante.
Elizabeth Collins.—¡Hola familia! —Alejandra entra gritando en la puerta. Levanto la cabeza por encima del sofá donde estoy acurrucada mirando las noticias y niego con una sonrisa. Me encanta que haga eso al llegar.—Hola, amiga. ¿Qué tal tu día? —respondo al ver su cara de agotamiento crónico.—Movido, estoy que me muero del cansancio —se tira a mi lado y empieza a masajearse los pies. —¿A ti como te fue con ese par?—Bastante bien, conseguí otros papeles y ya se los entregué al agente —deja de masajearse y me mira con los ojos muy abiertos.—¿De qué hablas? ¿Pudiste entrar a la oficina de tu mam…digo la bruja? Porque en el de Damián no había nada.—Sí, lo hice —me jacto de mi hazaña. —Conseguí algunos papeles que van a ana
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Capítulo 45. No puedo estar bien sin ti.
Dante Edwards.—¿Quién mierda molesta a esta hora? —resoplo mientras masajeo mis sienes aun con los ojos cerrados. Los golpes a la puerta no cesan y quien sea que está del otro lado tiene mucha urgencia y yo estoy de muy mal humor.Me levanto como puedo del sofá y camino arrastrando los pies hasta la puerta.—¿Qué son esas fachas, Dante Edwards? —mi madre grita apenas abro. —¿Ahora tengo un hijo perdido? ¿No tienes casa por eso duermes aquí? Apestas.—Shhh —resoplo. —Me duele la cabeza, madre. No grites.—Ya veo el fiestón que te diste anoche —dice mi padre tomando las dos botellas vacías que están en el piso y tirándolas al basurero.Me siento de nuevo en el sofá y cierro mis ojos mientras trato de mermar las punzadas que me atacan sin compasión.—&
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Capítulo 46. Los dos fallamos.
Elizabeth Collins.Unas horas antes…Mi celular suena y me sobresalto. Miro la hora en mi reloj de pared y, aunque me parece que ha pasado una eternidad, son pasadas las 22hs.«¿Ariel?» pienso extrañada cuando veo en la pantalla su nombre. No estoy segura de contestarle ¿Qué podría ser tan urgente para llamarme a esta hora?Me quedo mirando el móvil hasta que la llamada se corta, pero unos segundos después vuelve a llamar. Y así, dos veces más.Me debato unos segundos en contestar o no, pero al final lo hago. No tengo nada que perder, ¿o sí?—Ariel, buenas noches —mi voz sale ronca por lo que he llorado estas dos horas.—Lissy, buenas noches. Disculpa que te moleste, pero me gustaría hablar contigo. ¿Puedes?—Mañana a la tarde tengo libre, Ariel —dig
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Capítulo 47. Nuestra promesa.
Dante Edwards.—Dante… —su voz ronca y sus ojos llorosos me indican que quizás estaba llorando, aunque no me extrañaría porque seguramente escuchó de nuestra intensa reunión con mis padres y mi abuelo.—¿Qué haces aquí, Lissy? —pregunto atontado cuando se acerca por completo a mí, uniendo su frente y la mía. —¿Cómo lograste entrar? ¿Desde cuando estás aquí encerrada?—Quería hablar contigo y llamé a Ariel —contesta colocando sus brazos por encima de mis hombros. —Me dijo que estabas aquí y le pedí que me ayude a entrar sin que nadie se dé cuenta.Aprovecho que ella misma se acerca a mí y la rodeo con los brazos para atraerla por completo a mi cuerpo. Sentir su aroma y su calor es el aliciente que necesito para mermar mi desazón de to
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Capítulo 48. Liberado.
Dante Edwards.Percibo un nudo molesto en mi estómago; no pude comer nada en el almuerzo debido a la ansiedad por el juicio y ahora que ya el juez va a dar la sentencia me siento mucho más nervioso que al principio.Andrea no ha dejado de llorar y eso me aturde, al igual que a todos los presentes en la sala. Me cuesta entender cómo puede llegar a ser tan hipócrita luego de todo lo que hizo.El Juez llega cuando termina el receso y todos nos levantamos para reiniciar la sesión y escuchar el fallo.—¿Estás bien, señor Edwards? —mi abogado pregunta. —Te noto un poco pálido. Si quiere puedo pedir unos minutos más.—Estoy bien —mi vista no se aparta de la carpeta que el secretario tiene en sus manos y que está a punto de dar lectura. —Quiero que esto termine de una vez.Como era de esperarse, la sentencia me favorece,
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Capítulo 49. De nuevo en sus brazos.
Elizabeth Collins.—Pero mírate, no se te ha borrado esa sonrisa de la cara en toda la tarde —se burla Ale desde la cocina sirviendo dos tazas de café. —Esa sesión de sexo debe haber sido increíble, porque estás prácticamente caminando en nubes de caramelo. Hasta tu piel se ve más luminosa.—Ay Ale, ¡Que cosas dices! —empiezo a carcajear.—Es verdad, solo hay que ver tu cara. Lo que sea que te hizo ese hombre, necesitas mucho de lo mismo.Muerdo mis labios recordando lo que habíamos hecho. Aunque fue algo rápido, estuvo muy intenso y aun siento las molestias agradables de sus embestidas en mi bajo vientre.Creo que lo que dice Ale es cierto, realmente lo necesitaba. Ambos lo necesitábamos.Me pasa la taza con una sonrisa enorme y se sienta conmigo en el sofá. No ha dejado de preguntar los detalles en toda la
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Capítulo 50. El viaje.
Dante Edwards.Mis piernas se tensan y exhalo bruscamente cuando su lengua lisa y mojada empieza a recorrer con ansias mi glande un par de veces para enseguida acapararlo por completo entre sus labios. Trato de concentrarme en las sensaciones que ella me va regalando, esas que se sienten multiplicadas por cien en este preciso momento.Abro los ojos y la miro en su afanosa tarea arrodillada a mis pies con una parte de mi cuerpo hundida dentro de su boca. Mi mente se nubla ante la vista y todo razonamiento lógico desaparece por completo.Llevo mi mano a su cabeza pasando las yemas de mis dedos entre sus sedados cabellos, masajeando su cuero cabelludo, intentando con ese simple acto amortiguar la sensación devastadora de estar dentro de su boca.Juro que intento resistir, pero es imposible, ella simplemente me vuelve loco.Unos gruñidos, ahora mucho más fuertes y continuos se escapan de mi boca
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