Elizabeth Collins.
—Noemí, ¿puedes llevar estos documentos en el despacho de la señora Fedora? Por favor —Fidel, el encargado general me pasa una carpeta. —Debía ir personalmente, pero aún no almorcé y muero de hambre ¿Puedo confiártelas?
—Claro, sin problema —tomo el folder de su mano. —¿Debe firmarlas o algo así?
—Debe firmar la primera hoja como recibo, luego las demás se quedan con ella para que las analice y vea si le apetece cambiar alguna u otra cosa.
—Lo hago ahora mismo. Ve a almorzar, yo me encargo —le dedico una sonrisa sincera antes de encaminarme hasta el piso superior.
Fidel es un diseñador de vasta trayectoria en el mundo de la moda y es mi jefe desde que trabajo aquí. Aprendí mucho en este tiempo de sus técnicas y estoy bastante agradecida de que esto tambi&ea
Elizabeth Collins.—¡Hola familia! —Alejandra entra gritando en la puerta. Levanto la cabeza por encima del sofá donde estoy acurrucada mirando las noticias y niego con una sonrisa. Me encanta que haga eso al llegar.—Hola, amiga. ¿Qué tal tu día? —respondo al ver su cara de agotamiento crónico.—Movido, estoy que me muero del cansancio —se tira a mi lado y empieza a masajearse los pies. —¿A ti como te fue con ese par?—Bastante bien, conseguí otros papeles y ya se los entregué al agente —deja de masajearse y me mira con los ojos muy abiertos.—¿De qué hablas? ¿Pudiste entrar a la oficina de tu mam…digo la bruja? Porque en el de Damián no había nada.—Sí, lo hice —me jacto de mi hazaña. —Conseguí algunos papeles que van a ana
Dante Edwards.—¿Quién mierda molesta a esta hora? —resoplo mientras masajeo mis sienes aun con los ojos cerrados. Los golpes a la puerta no cesan y quien sea que está del otro lado tiene mucha urgencia y yo estoy de muy mal humor.Me levanto como puedo del sofá y camino arrastrando los pies hasta la puerta.—¿Qué son esas fachas, Dante Edwards? —mi madre grita apenas abro. —¿Ahora tengo un hijo perdido? ¿No tienes casa por eso duermes aquí? Apestas.—Shhh —resoplo. —Me duele la cabeza, madre. No grites.—Ya veo el fiestón que te diste anoche —dice mi padre tomando las dos botellas vacías que están en el piso y tirándolas al basurero.Me siento de nuevo en el sofá y cierro mis ojos mientras trato de mermar las punzadas que me atacan sin compasión.—&
Elizabeth Collins.Unas horas antes…Mi celular suena y me sobresalto. Miro la hora en mi reloj de pared y, aunque me parece que ha pasado una eternidad, son pasadas las 22hs.«¿Ariel?» pienso extrañada cuando veo en la pantalla su nombre. No estoy segura de contestarle ¿Qué podría ser tan urgente para llamarme a esta hora?Me quedo mirando el móvil hasta que la llamada se corta, pero unos segundos después vuelve a llamar. Y así, dos veces más.Me debato unos segundos en contestar o no, pero al final lo hago. No tengo nada que perder, ¿o sí?—Ariel, buenas noches —mi voz sale ronca por lo que he llorado estas dos horas.—Lissy, buenas noches. Disculpa que te moleste, pero me gustaría hablar contigo. ¿Puedes?—Mañana a la tarde tengo libre, Ariel —dig
Dante Edwards.—Dante… —su voz ronca y sus ojos llorosos me indican que quizás estaba llorando, aunque no me extrañaría porque seguramente escuchó de nuestra intensa reunión con mis padres y mi abuelo.—¿Qué haces aquí, Lissy? —pregunto atontado cuando se acerca por completo a mí, uniendo su frente y la mía. —¿Cómo lograste entrar? ¿Desde cuando estás aquí encerrada?—Quería hablar contigo y llamé a Ariel —contesta colocando sus brazos por encima de mis hombros. —Me dijo que estabas aquí y le pedí que me ayude a entrar sin que nadie se dé cuenta.Aprovecho que ella misma se acerca a mí y la rodeo con los brazos para atraerla por completo a mi cuerpo. Sentir su aroma y su calor es el aliciente que necesito para mermar mi desazón de to
Dante Edwards.Percibo un nudo molesto en mi estómago; no pude comer nada en el almuerzo debido a la ansiedad por el juicio y ahora que ya el juez va a dar la sentencia me siento mucho más nervioso que al principio.Andrea no ha dejado de llorar y eso me aturde, al igual que a todos los presentes en la sala. Me cuesta entender cómo puede llegar a ser tan hipócrita luego de todo lo que hizo.El Juez llega cuando termina el receso y todos nos levantamos para reiniciar la sesión y escuchar el fallo.—¿Estás bien, señor Edwards? —mi abogado pregunta. —Te noto un poco pálido. Si quiere puedo pedir unos minutos más.—Estoy bien —mi vista no se aparta de la carpeta que el secretario tiene en sus manos y que está a punto de dar lectura. —Quiero que esto termine de una vez.Como era de esperarse, la sentencia me favorece,
Elizabeth Collins.—Pero mírate, no se te ha borrado esa sonrisa de la cara en toda la tarde —se burla Ale desde la cocina sirviendo dos tazas de café. —Esa sesión de sexo debe haber sido increíble, porque estás prácticamente caminando en nubes de caramelo. Hasta tu piel se ve más luminosa.—Ay Ale, ¡Que cosas dices! —empiezo a carcajear.—Es verdad, solo hay que ver tu cara. Lo que sea que te hizo ese hombre, necesitas mucho de lo mismo.Muerdo mis labios recordando lo que habíamos hecho. Aunque fue algo rápido, estuvo muy intenso y aun siento las molestias agradables de sus embestidas en mi bajo vientre.Creo que lo que dice Ale es cierto, realmente lo necesitaba. Ambos lo necesitábamos.Me pasa la taza con una sonrisa enorme y se sienta conmigo en el sofá. No ha dejado de preguntar los detalles en toda la
Dante Edwards.Mis piernas se tensan y exhalo bruscamente cuando su lengua lisa y mojada empieza a recorrer con ansias mi glande un par de veces para enseguida acapararlo por completo entre sus labios.Trato de concentrarme en las sensaciones que ella me va regalando, esas que se sienten multiplicadas por cien en este preciso momento.Abro los ojos y la miro en su afanosa tarea arrodillada a mis pies con una parte de mi cuerpo hundida dentro de su boca. Mi mente se nubla ante la vista y todo razonamiento lógico desaparece por completo.Llevo mi mano a su cabeza pasando las yemas de mis dedos entre sus sedados cabellos, masajeando su cuero cabelludo, intentando con ese simple acto amortiguar la sensación devastadora de estar dentro de su boca.Juro que intento resistir, pero es imposible, ella simplemente me vuelve loco.Unos gruñidos, ahora mucho más fuertes y continuos se escapan de mi boca
Elizabeth Collins.El cielo está mucho más despejado hoy, lo que es todo un acontecimiento luego de días y días de lluvias o en su efecto lloviznas que no hacían más que entorpecer todo a todo el mundo.Hoy me decido nuevamente por un vestido, pero de color rojo que me llega hasta por debajo de las rodillas, con corte recto y un escote corazón bastante revelador, combinado con un blazer blanco y sandalias también blancas. Pelo recogido en una coleta alta y maquillaje natural, como siempre.Miro mi reflejo en el espejo y me siento bien y conforme con lo que veo. Desde niña he sido rellenita y cargué con eso toda la vida pensando que era un defecto por el cual todos me despreciaban y humillaban, sin embargo, hoy por alguna razón me veo de manera diferente. No necesito que otros me vean distinta o como deseaba en el pasado que me vean, me basta con la impresió