Dante Edwards.
Mis piernas se tensan y exhalo bruscamente cuando su lengua lisa y mojada empieza a recorrer con ansias mi glande un par de veces para enseguida acapararlo por completo entre sus labios.
Trato de concentrarme en las sensaciones que ella me va regalando, esas que se sienten multiplicadas por cien en este preciso momento.
Abro los ojos y la miro en su afanosa tarea arrodillada a mis pies con una parte de mi cuerpo hundida dentro de su boca. Mi mente se nubla ante la vista y todo razonamiento lógico desaparece por completo.
Llevo mi mano a su cabeza pasando las yemas de mis dedos entre sus sedados cabellos, masajeando su cuero cabelludo, intentando con ese simple acto amortiguar la sensación devastadora de estar dentro de su boca.
Juro que intento resistir, pero es imposible, ella simplemente me vuelve loco.
Unos gruñidos, ahora mucho más fuertes y continuos se escapan de mi boca
Elizabeth Collins.El cielo está mucho más despejado hoy, lo que es todo un acontecimiento luego de días y días de lluvias o en su efecto lloviznas que no hacían más que entorpecer todo a todo el mundo.Hoy me decido nuevamente por un vestido, pero de color rojo que me llega hasta por debajo de las rodillas, con corte recto y un escote corazón bastante revelador, combinado con un blazer blanco y sandalias también blancas. Pelo recogido en una coleta alta y maquillaje natural, como siempre.Miro mi reflejo en el espejo y me siento bien y conforme con lo que veo. Desde niña he sido rellenita y cargué con eso toda la vida pensando que era un defecto por el cual todos me despreciaban y humillaban, sin embargo, hoy por alguna razón me veo de manera diferente. No necesito que otros me vean distinta o como deseaba en el pasado que me vean, me basta con la impresió
Dante Edwards.Me visto sin ningún apuro mientras espero que llegue la hora de irme al restaurante para mi reunión con el señor Bennett.Veo de reojo la pantalla de mi computador portátil encenderse y sé que es un correo entrante de Luisa.«¿Por qué no me llamas, cobarde?» pienso mientras termino de acomodarme el saco.Dejo que pasen los minutos sin prestarle atención. Prefiero que se desespere, que quiera saber exactamente lo que tengo en su contra para que no tenga duda de lo que pienso hacer si me desafía.Hago unas llamadas a Ariel y envío un mensaje a la amiga de Lissy avisando que he llegado bien para evitar tener contacto directo con Lissy.Miro mi reloj y faltan 20 minutos y conociendo al señor Bennett debe estar por llegar. Siempre es muy puntual.«Lo siento, Marcela» suspiro antes de tomar la carpeta que traje conmigo para esto y salgo. Tal y como lo había imaginado, llegamos al lugar al mismo tiempo.El maître nos lleva al sitio que había reservado, alejado de las demás mes
Elizabeth Collins.Con mi descartable en una mano y algunas carpetas en la otra, camino hasta el elevador. Hoy tengo planeado dar mi renuncia y quiero redactarlo antes de que Damián o Fedora lleguen. Aunque ayer quise hacerlo luego de lo que vi a la mañana, estábamos muy atareados con los pedidos y ninguno de los dos volvió a aparecer en todo el día y no pude hacerlo.Miro mi reloj y falta casi 45 minutos para la entrada. Tiempo suficiente para tenerlo listo.Me distraigo buscando mi celular en la cartera que suena estrepitosamente y me sobresalto cuando de repente una mano me tapa la boca impidiendo que pueda emitir algún sonido, la otra mano agarrada a mi cintura, me jala hacia un pasillo oscuro que conduce hacia unos almacenes de telas, alejado de la zona de diseño. Tanto el café como los documentos que traía en la mano se me caen en el forcejeo.Mi corazón galopa fuerte, estoy aterrorizada y sin ninguna oportunidad de poder moverme o gritar para pedir ayuda.No me habla, pero sien
Elizabeth Collins. —Sube —me dice Ariel cuando llega por mí hasta la plazoleta en donde estoy sentada desde que me alejé de la empresa. Ni siquiera tuve el valor de volver al departamento de Ale por lo que me dijo Víctor. —¿Dónde nos vamos? —A la cabaña de Dante, ya una vez te llevó allí. Ese lugar no lo conoce nadie, tu amiga, tu abuela y tú estarán bien ahí. —¿Ya se lo dijiste? —la reacción de Dante es algo que me preocupa de sobremanera. Estoy más que segura que esto será una revolución cuando vuelva. —Tuve que hacerlo —suspira pesadamente. —Sospechó en cuanto le pedí la cabaña. Ya está volando de vuelta; en la noche ya debería estar aquí. Asiento sin mucha gana. Luego de unos cuantos minutos llegamos al barrio y todo parece despejado, me bajo y entro a la casa para llevar a mi abuela conmigo. Ariel se queda esperándome en la camioneta. —¡Pero bueno, si es la nieta perdida de la familia! —mi tía me recibe con su acostumbrado sarcasmo, desde el sofá, con los pies subidos en la
Dante Edwards.El vuelo se retrasa por algunas horas debido a la inclemencia del tiempo y llego un poco más tarde de lo previsto.En cuanto desembarco llamo a Ariel quien me pone al tanto de la situación de Lissy y me confirma que mi hermana ya firmó la trasferencia de la cuenta bancaria y el porcentaje de la empresa. Una noticia buena ante tantas malas. Lo raro es que ella misma, sin avisar y sin hacer pataletas, lo firmó.El camino se me hace eterno hasta la cabaña y mi ansiedad crece a medida que me acerco. Solo espero que esto se termine de una buena vez para que Lissy y yo estemos tranquilos.En cuanto estaciono la camioneta, percibo el aroma a comida casera y eso me hace sonreír. Esto es lo más parecido a lo que soñé muchas veces. Tener una familia grande, llegar a casa luego del trabajo y ser recibido por una comida caliente y por el amor de mi vida.Eso no tarda mucho en suceder, en cuanto bloqueo la puerta del móvil, Lissy sale a mi encuentro corriendo y nos fundimos en un ab
Elizabeth Collins.Empiezo a gritar con todas mis fuerzas y a sacudirme en un intento desesperado por zafarme, pero él no me suelta en ningún momento.Un hilo de sangre se escurre lentamente por la comisura de sus labios sin que su vista se aparte de la mía.—Te amo —me dice en un susurro. Me quema el alma al verlo y al oírlo en ese modo.—¡Dante, por favor, resiste! —dejo un beso en su barbilla. — ¡Ayudaaaa! —grito todo lo que puedo. El tiempo se me vuelve eterno. Pareciera que nadie me escucha y acude a mi auxilio, como si todo esto fuera una pesadilla y no tuviera forma de despertar.Lentamente sus brazos se aflojan y su cuerpo se estremece. Se tambalea y cae en mis brazos.Unos guardias corren hasta nosotros y me ayudan a recostarlo en el césped mientras Marcos llama a la ambulancia inmediatamente. Mi abuela y Ale también llegan hasta nosotros.Otros hombres, a quienes no había visto hasta ahora, corren hacia el bosque en busca del que efectuó el disparo y enseguida se oyen más di
Elizabeth Collins.—¿Esto no es peligroso? —pregunto a mi amiga que me lleva al encuentro de una conocida suya, enfermera de la clínica donde Dante está internado hace más de dos semanas. —¿No será contraproducente para la resolución del juez? No quiero que me descubran y no me permitan verlo.—Si no quieres hacerlo pues nos devolvemos para la casa y listo —se detiene bruscamente y me encara. —Esta es una oportunidad para que dejes de chillar en las noches y estés cerca de él.—Ale…—¡Ale, nada! —me reprende. —Te pasas solo llore y llore esperando ese estúpido papel para entrar a verlo y no pasa nada. Puedes volver a casa y seguir esperando, quien sabe por cuantos días más, o armarte de valor y entrar.—Claro que quiero verlo, pero…—Pero, nada. Camina que Eugenia ya debe estar esperándonos.Entramos por el estacionamiento hacia un pasadizo que lleva hacia las escaleras de emergencia de la clínica. Todo está muy oscuro y el olor a moho inunda mis fosas nasales volviéndose insoportable
Elizabeth Collins.—Ya todo está listo para mañana. Es mejor que vayamos a almorzar a la casa; tu abuela preparó la lasaña de vegetales que tanto te gusta —dice Ale sentándose en la silla del frente de mi escritorio.—Ve tú, amiga, aún tengo muchos asuntos por resolver.—Lissy, eso dices todos los días y terminas no comiendo nada en todo el día. No te alimentas como se debe, pasas tus días con agua, te o café. Eso no es bueno para tu salud.—Ale, esto es importante —señalo la carpeta que tengo en frente.—También tu salud, Lissy —me señala con el dedo. —Sé lo que haces, pero esto no puede seguir así.—No sé de qué hablas, solo quiero que el desfile de mañana salga bien. ¿Es mucho pedir que me dejes trabajar en paz? —me exalto un poco.La verdad es que ella tiene razón, pero no puedo rendirme cuando estoy tan cerca de lo que había soñado toda mi vida.—Sé que lo de Dante te tiene muy deprimida, pero no puedes matarte trabajando para olvidar tus problemas. A estos hay que enfrentarlos,