Elizabeth Collins. —Sube —me dice Ariel cuando llega por mí hasta la plazoleta en donde estoy sentada desde que me alejé de la empresa. Ni siquiera tuve el valor de volver al departamento de Ale por lo que me dijo Víctor. —¿Dónde nos vamos? —A la cabaña de Dante, ya una vez te llevó allí. Ese lugar no lo conoce nadie, tu amiga, tu abuela y tú estarán bien ahí. —¿Ya se lo dijiste? —la reacción de Dante es algo que me preocupa de sobremanera. Estoy más que segura que esto será una revolución cuando vuelva. —Tuve que hacerlo —suspira pesadamente. —Sospechó en cuanto le pedí la cabaña. Ya está volando de vuelta; en la noche ya debería estar aquí. Asiento sin mucha gana. Luego de unos cuantos minutos llegamos al barrio y todo parece despejado, me bajo y entro a la casa para llevar a mi abuela conmigo. Ariel se queda esperándome en la camioneta. —¡Pero bueno, si es la nieta perdida de la familia! —mi tía me recibe con su acostumbrado sarcasmo, desde el sofá, con los pies subidos en la
Dante Edwards.El vuelo se retrasa por algunas horas debido a la inclemencia del tiempo y llego un poco más tarde de lo previsto.En cuanto desembarco llamo a Ariel quien me pone al tanto de la situación de Lissy y me confirma que mi hermana ya firmó la trasferencia de la cuenta bancaria y el porcentaje de la empresa. Una noticia buena ante tantas malas. Lo raro es que ella misma, sin avisar y sin hacer pataletas, lo firmó.El camino se me hace eterno hasta la cabaña y mi ansiedad crece a medida que me acerco. Solo espero que esto se termine de una buena vez para que Lissy y yo estemos tranquilos.En cuanto estaciono la camioneta, percibo el aroma a comida casera y eso me hace sonreír. Esto es lo más parecido a lo que soñé muchas veces. Tener una familia grande, llegar a casa luego del trabajo y ser recibido por una comida caliente y por el amor de mi vida.Eso no tarda mucho en suceder, en cuanto bloqueo la puerta del móvil, Lissy sale a mi encuentro corriendo y nos fundimos en un ab
Elizabeth Collins.Empiezo a gritar con todas mis fuerzas y a sacudirme en un intento desesperado por zafarme, pero él no me suelta en ningún momento.Un hilo de sangre se escurre lentamente por la comisura de sus labios sin que su vista se aparte de la mía.—Te amo —me dice en un susurro. Me quema el alma al verlo y al oírlo en ese modo.—¡Dante, por favor, resiste! —dejo un beso en su barbilla. — ¡Ayudaaaa! —grito todo lo que puedo. El tiempo se me vuelve eterno. Pareciera que nadie me escucha y acude a mi auxilio, como si todo esto fuera una pesadilla y no tuviera forma de despertar.Lentamente sus brazos se aflojan y su cuerpo se estremece. Se tambalea y cae en mis brazos.Unos guardias corren hasta nosotros y me ayudan a recostarlo en el césped mientras Marcos llama a la ambulancia inmediatamente. Mi abuela y Ale también llegan hasta nosotros.Otros hombres, a quienes no había visto hasta ahora, corren hacia el bosque en busca del que efectuó el disparo y enseguida se oyen más di
Elizabeth Collins.—¿Esto no es peligroso? —pregunto a mi amiga que me lleva al encuentro de una conocida suya, enfermera de la clínica donde Dante está internado hace más de dos semanas. —¿No será contraproducente para la resolución del juez? No quiero que me descubran y no me permitan verlo.—Si no quieres hacerlo pues nos devolvemos para la casa y listo —se detiene bruscamente y me encara. —Esta es una oportunidad para que dejes de chillar en las noches y estés cerca de él.—Ale…—¡Ale, nada! —me reprende. —Te pasas solo llore y llore esperando ese estúpido papel para entrar a verlo y no pasa nada. Puedes volver a casa y seguir esperando, quien sabe por cuantos días más, o armarte de valor y entrar.—Claro que quiero verlo, pero…—Pero, nada. Camina que Eugenia ya debe estar esperándonos.Entramos por el estacionamiento hacia un pasadizo que lleva hacia las escaleras de emergencia de la clínica. Todo está muy oscuro y el olor a moho inunda mis fosas nasales volviéndose insoportable
Elizabeth Collins.—Ya todo está listo para mañana. Es mejor que vayamos a almorzar a la casa; tu abuela preparó la lasaña de vegetales que tanto te gusta —dice Ale sentándose en la silla del frente de mi escritorio.—Ve tú, amiga, aún tengo muchos asuntos por resolver.—Lissy, eso dices todos los días y terminas no comiendo nada en todo el día. No te alimentas como se debe, pasas tus días con agua, te o café. Eso no es bueno para tu salud.—Ale, esto es importante —señalo la carpeta que tengo en frente.—También tu salud, Lissy —me señala con el dedo. —Sé lo que haces, pero esto no puede seguir así.—No sé de qué hablas, solo quiero que el desfile de mañana salga bien. ¿Es mucho pedir que me dejes trabajar en paz? —me exalto un poco.La verdad es que ella tiene razón, pero no puedo rendirme cuando estoy tan cerca de lo que había soñado toda mi vida.—Sé que lo de Dante te tiene muy deprimida, pero no puedes matarte trabajando para olvidar tus problemas. A estos hay que enfrentarlos,
Elizabeth Collins.—Estoy muerta —bufo tirándome en el sofá y estirando las piernas. —No vuelvo a usar estos tacones nunca más. Mis pies duelen como el infierno.—No deberías, amiga. Estás embarazada —me recuerda Ale y sonrío tiernamente llevando mis manos a mi vientre. —Debes cuidarte y no hacer corajes, por ejemplo.—Yo tengo una noticia que te va a levantar los ánimos más que el éxito rotundo del desfile y te hará olvidar esos dolores —Ariel entra demasiado sonriente con una carpeta en sus manos. —Si adivinas te daré puntos extras y saldremos a cenar en un lugar que les va a encantar. Llevamos a la abuela, por supuesto.Me quedo mirando sus gestos tratando de adivinar lo que tiene para mí. Debe ser muy bueno, porque tiene una sonrisa de oreja a oreja y tampoco haría todo esto de no ser algo importante.—¿Son los pedidos para la nueva colección? —tiro alguna opción al azar. —¿Las ventas del desfile? ¿Los diseñadores que quieren trabajar para nosotros?Niega.—¿Es la cantidad de marc
Elizabeth Collins. Tomo la llave del auto y salgo corriendo de la oficina. Escucho la voz de la secretaria detrás de mí, pero me parece algo irrelevante ahora mismo comparado con lo que acaba de pasar. Mis manos tiemblan y mi respiración está agitada, demasiado diría yo. El nudo de mi garganta persiste desde que recibí aquel mensaje y hasta puedo jurar que se va acrecentando al correr de los minutos. —¡¿A dónde vas?! —mi amiga grita corriendo tras mí, pero no quiero perder un solo segundo explicando algo que ni siquiera yo misma estoy segura. Una vez a dentro del auto froto mi cara para dispersarme. Respiro profundo un par de veces y me insto a tranquilizarme. Saco mi celular del bolsillo y releo el mensaje por si haya entendido mal, pero no. Mis ojos se empiezan a aguar y una lágrima gruesa se desliza por mi rostro, seguida de muchas más que me es imposible retener. —Amiga, ¿Qué pasa? —Ale llega hasta mí y golpea la ventanilla con vehemencia. —¿Le pasa algo a Rafael? Levanto la
Dante Edwards.Una exhalación algo larga y brusca sale de mi garganta.Mi espalda duele y mi primer impulso es moverme para aminorar la molestia, pero me doy cuenta que estoy entumecido de pies a cabeza y no puedo moverme.Me quedo quieto por unos segundos, respirando lo más profundo que me permite mi pulmón, pensando en por qué me siento tan débil y extraño.—Doctor, el paciente está despertando —se oye una voz estridente y molesta cerca de mí. Al momento me siento fastidiado por su presencia.«¡Mierda!» me quejo mentalmente al sentir un tacto sobre mi muñeca; es fría y pegajosa. «¿Por qué no se siente igual a aquella mano que siempre está conmigo?»Con algo de esfuerzo abro los ojos un poco, pero al momento los vuelvo a cerrar.—Tranquilo —me habla ahora una voz masculina. —No se esfuerce, señor Edwards.«¿Por qué estoy aquí? ¿Qué me paso? ¿Quiénes son esas personas?»Muchas manos me tocan y me siento algo incómodo por no poder revelarme. No quiero sentir lo que me hacen, solo quier