Elizabeth Collins.—Ya todo está listo para mañana. Es mejor que vayamos a almorzar a la casa; tu abuela preparó la lasaña de vegetales que tanto te gusta —dice Ale sentándose en la silla del frente de mi escritorio.—Ve tú, amiga, aún tengo muchos asuntos por resolver.—Lissy, eso dices todos los días y terminas no comiendo nada en todo el día. No te alimentas como se debe, pasas tus días con agua, te o café. Eso no es bueno para tu salud.—Ale, esto es importante —señalo la carpeta que tengo en frente.—También tu salud, Lissy —me señala con el dedo. —Sé lo que haces, pero esto no puede seguir así.—No sé de qué hablas, solo quiero que el desfile de mañana salga bien. ¿Es mucho pedir que me dejes trabajar en paz? —me exalto un poco.La verdad es que ella tiene razón, pero no puedo rendirme cuando estoy tan cerca de lo que había soñado toda mi vida.—Sé que lo de Dante te tiene muy deprimida, pero no puedes matarte trabajando para olvidar tus problemas. A estos hay que enfrentarlos,
Elizabeth Collins.—Estoy muerta —bufo tirándome en el sofá y estirando las piernas. —No vuelvo a usar estos tacones nunca más. Mis pies duelen como el infierno.—No deberías, amiga. Estás embarazada —me recuerda Ale y sonrío tiernamente llevando mis manos a mi vientre. —Debes cuidarte y no hacer corajes, por ejemplo.—Yo tengo una noticia que te va a levantar los ánimos más que el éxito rotundo del desfile y te hará olvidar esos dolores —Ariel entra demasiado sonriente con una carpeta en sus manos. —Si adivinas te daré puntos extras y saldremos a cenar en un lugar que les va a encantar. Llevamos a la abuela, por supuesto.Me quedo mirando sus gestos tratando de adivinar lo que tiene para mí. Debe ser muy bueno, porque tiene una sonrisa de oreja a oreja y tampoco haría todo esto de no ser algo importante.—¿Son los pedidos para la nueva colección? —tiro alguna opción al azar. —¿Las ventas del desfile? ¿Los diseñadores que quieren trabajar para nosotros?Niega.—¿Es la cantidad de marc
Elizabeth Collins. Tomo la llave del auto y salgo corriendo de la oficina. Escucho la voz de la secretaria detrás de mí, pero me parece algo irrelevante ahora mismo comparado con lo que acaba de pasar. Mis manos tiemblan y mi respiración está agitada, demasiado diría yo. El nudo de mi garganta persiste desde que recibí aquel mensaje y hasta puedo jurar que se va acrecentando al correr de los minutos. —¡¿A dónde vas?! —mi amiga grita corriendo tras mí, pero no quiero perder un solo segundo explicando algo que ni siquiera yo misma estoy segura. Una vez a dentro del auto froto mi cara para dispersarme. Respiro profundo un par de veces y me insto a tranquilizarme. Saco mi celular del bolsillo y releo el mensaje por si haya entendido mal, pero no. Mis ojos se empiezan a aguar y una lágrima gruesa se desliza por mi rostro, seguida de muchas más que me es imposible retener. —Amiga, ¿Qué pasa? —Ale llega hasta mí y golpea la ventanilla con vehemencia. —¿Le pasa algo a Rafael? Levanto la
Dante Edwards.Una exhalación algo larga y brusca sale de mi garganta.Mi espalda duele y mi primer impulso es moverme para aminorar la molestia, pero me doy cuenta que estoy entumecido de pies a cabeza y no puedo moverme.Me quedo quieto por unos segundos, respirando lo más profundo que me permite mi pulmón, pensando en por qué me siento tan débil y extraño.—Doctor, el paciente está despertando —se oye una voz estridente y molesta cerca de mí. Al momento me siento fastidiado por su presencia.«¡Mierda!» me quejo mentalmente al sentir un tacto sobre mi muñeca; es fría y pegajosa. «¿Por qué no se siente igual a aquella mano que siempre está conmigo?»Con algo de esfuerzo abro los ojos un poco, pero al momento los vuelvo a cerrar.—Tranquilo —me habla ahora una voz masculina. —No se esfuerce, señor Edwards.«¿Por qué estoy aquí? ¿Qué me paso? ¿Quiénes son esas personas?»Muchas manos me tocan y me siento algo incómodo por no poder revelarme. No quiero sentir lo que me hacen, solo quier
Elizabeth Collins.Me levanto con sumo cuidado de la cama. Dante duerme profundamente y agradezco que esté aun dormido para evitar tener que dar explicaciones que por el momento no va a entender. Necesito ir a esa reunión.Recordar sus celos absurdos de anoche y de su mejor amigo, me hace sonreír como una verdadera tonta. ¿Cómo puede creer que voy a engañarlo con Ariel? Aunque no lo dijo abiertamente, su incomodidad se le notaba hasta por los poros.Aunque me parece tierno su posesividad conmigo y sus ataques de celos infundados, gracias a él tengo obligaciones que debo cumplir y no puedo quedarme a jugar a la casita. Al menos no hasta que se recupere completamente y tome de nuevo las riendas de sus negocios.Dejo un beso casi imperceptible en sus labios y voy hasta la habitación de nuestro hijo antes de ir hasta la mía y prepararme.Tal como el padre, está dormido muy tranquilo. Beso sus cachetes y se remueve solo un poco para enseguida continuar durmiendo. Es el niño mejor portado d
Elizabeth Collins.Verlos nuevamente no es tarea sencilla.Me remuevo impaciente en mi asiento, incómoda y aburrida. Este juicio ya se ha extendido demasiado y lo único que quiero ahora es irme a casa. Solo deseo que termine de una vez.Odio admitirlo, pero algo de lo que dijo la abogada de Alissa ayer en la mañana viene a mi mente, realmente se la ve demasiado demacrada, no ha quedado nada de aquella mujer elegante y arrogante de la cual me sentí impactada cuando la conocí, aunque después, conociendo la verdad, me decepcioné.—¿Estás bien? —Ale me saca de mi ensoñación.—No. Quiero irme a casa —respondo en un suspiro. —Esto me tiene aburrida.—El juez ya va a dar la sentencia —dice mi abogado interrumpiéndonos.En eso, el secretario judicial entra con una carpeta cerrada en la mano, le pasa al juez y este deja su firma antes de devolvérselo.Nos ponemos todos de pie y no puedo evitar desviar mi mirada por última vez a ese trio. Y digo ultima porque en verdad deseo no volver a verlos
Elizabeth Collins.—Danteeee —lo recrimino con una sonrisa ancha en la cara, pero sin abrir los ojos. —¿Qué haces?—¿Tú que crees? —susurra en mi oído de manera sensual mientras una de sus manos se abre paso debajo de mi camisón.Su toque me hace estremecer y él lo sabe. Una corriente de sensaciones me recorre entera y mi necesidad de él crece.—El doctor dijo que no…—Sé lo que dijo el doctor, Lissy —me interrumpe mordisqueando el lóbulo de mi oreja. —Lo dijo como cien veces en una hora.—Entonces… aaaaah —un gemido retumba en nuestra habitación cuando sus dedos llegan a mi pezón y lo pellizca fuerte. Me quedo sin aliento ante la sensación tan abrumadora.—Dante, por favor —ruego. —Aun no te has recuperado del todo.—El doctor dijo que no podíamos hacerlo, pero no dijo que no podía tocar —insiste. Sus dedos fríos me recorren entera. Los siento en todas partes mientras su aliento tibio en mi cuello me eriza la piel. —Además, te extraño. Me estoy muriendo por tenerte, como antes.—Es m
Elizabeth Collins. Tres años después… Es la primera vez que una llovizna en la mañana no es molesta, al contrario, escuchar las gotas en su encuentro con el techo es muy relajante, sobre todo porque no tengo que ir a trabajar hoy. Me estiro lo suficiente para desperezarme y volteo para dejar un beso en la mejilla del caballero a mi lado. No me atrevo a hacer ruido para no despertarlo. Se ve tan jodidamente bello durmiendo que me deleito escuchando sus leves ronquidos y mirando sus largas pestañas cerradas. Paso mi dedo muy sutilmente por su mandíbula, donde una barba, ya bastante crecida, le da ese aire varonil y sexy que tanto amo. «Debe estar exhausto» me digo a mi misma recordando la hora que llegamos a casa anoche, o mejor dicho, de madrugada, después del desfile de la temporada. Me levanto con suavidad y camino hasta la ducha entre suspiros y bostezos. El lanzamiento de ayer también me dejó agotada y mis pies se sienten hinchados y pesados; nunca antes habíamos tenido tantos