Elizabeth Collins.
Unas horas antes…
Mi celular suena y me sobresalto. Miro la hora en mi reloj de pared y, aunque me parece que ha pasado una eternidad, son pasadas las 22hs.
«¿Ariel?» pienso extrañada cuando veo en la pantalla su nombre. No estoy segura de contestarle ¿Qué podría ser tan urgente para llamarme a esta hora?
Me quedo mirando el móvil hasta que la llamada se corta, pero unos segundos después vuelve a llamar. Y así, dos veces más.
Me debato unos segundos en contestar o no, pero al final lo hago. No tengo nada que perder, ¿o sí?
—Ariel, buenas noches —mi voz sale ronca por lo que he llorado estas dos horas.
—Lissy, buenas noches. Disculpa que te moleste, pero me gustaría hablar contigo. ¿Puedes?
—Mañana a la tarde tengo libre, Ariel —dig
Dante Edwards.—Dante… —su voz ronca y sus ojos llorosos me indican que quizás estaba llorando, aunque no me extrañaría porque seguramente escuchó de nuestra intensa reunión con mis padres y mi abuelo.—¿Qué haces aquí, Lissy? —pregunto atontado cuando se acerca por completo a mí, uniendo su frente y la mía. —¿Cómo lograste entrar? ¿Desde cuando estás aquí encerrada?—Quería hablar contigo y llamé a Ariel —contesta colocando sus brazos por encima de mis hombros. —Me dijo que estabas aquí y le pedí que me ayude a entrar sin que nadie se dé cuenta.Aprovecho que ella misma se acerca a mí y la rodeo con los brazos para atraerla por completo a mi cuerpo. Sentir su aroma y su calor es el aliciente que necesito para mermar mi desazón de to
Dante Edwards.Percibo un nudo molesto en mi estómago; no pude comer nada en el almuerzo debido a la ansiedad por el juicio y ahora que ya el juez va a dar la sentencia me siento mucho más nervioso que al principio.Andrea no ha dejado de llorar y eso me aturde, al igual que a todos los presentes en la sala. Me cuesta entender cómo puede llegar a ser tan hipócrita luego de todo lo que hizo.El Juez llega cuando termina el receso y todos nos levantamos para reiniciar la sesión y escuchar el fallo.—¿Estás bien, señor Edwards? —mi abogado pregunta. —Te noto un poco pálido. Si quiere puedo pedir unos minutos más.—Estoy bien —mi vista no se aparta de la carpeta que el secretario tiene en sus manos y que está a punto de dar lectura. —Quiero que esto termine de una vez.Como era de esperarse, la sentencia me favorece,
Elizabeth Collins.—Pero mírate, no se te ha borrado esa sonrisa de la cara en toda la tarde —se burla Ale desde la cocina sirviendo dos tazas de café. —Esa sesión de sexo debe haber sido increíble, porque estás prácticamente caminando en nubes de caramelo. Hasta tu piel se ve más luminosa.—Ay Ale, ¡Que cosas dices! —empiezo a carcajear.—Es verdad, solo hay que ver tu cara. Lo que sea que te hizo ese hombre, necesitas mucho de lo mismo.Muerdo mis labios recordando lo que habíamos hecho. Aunque fue algo rápido, estuvo muy intenso y aun siento las molestias agradables de sus embestidas en mi bajo vientre.Creo que lo que dice Ale es cierto, realmente lo necesitaba. Ambos lo necesitábamos.Me pasa la taza con una sonrisa enorme y se sienta conmigo en el sofá. No ha dejado de preguntar los detalles en toda la
Dante Edwards.Mis piernas se tensan y exhalo bruscamente cuando su lengua lisa y mojada empieza a recorrer con ansias mi glande un par de veces para enseguida acapararlo por completo entre sus labios.Trato de concentrarme en las sensaciones que ella me va regalando, esas que se sienten multiplicadas por cien en este preciso momento.Abro los ojos y la miro en su afanosa tarea arrodillada a mis pies con una parte de mi cuerpo hundida dentro de su boca. Mi mente se nubla ante la vista y todo razonamiento lógico desaparece por completo.Llevo mi mano a su cabeza pasando las yemas de mis dedos entre sus sedados cabellos, masajeando su cuero cabelludo, intentando con ese simple acto amortiguar la sensación devastadora de estar dentro de su boca.Juro que intento resistir, pero es imposible, ella simplemente me vuelve loco.Unos gruñidos, ahora mucho más fuertes y continuos se escapan de mi boca
Elizabeth Collins.El cielo está mucho más despejado hoy, lo que es todo un acontecimiento luego de días y días de lluvias o en su efecto lloviznas que no hacían más que entorpecer todo a todo el mundo.Hoy me decido nuevamente por un vestido, pero de color rojo que me llega hasta por debajo de las rodillas, con corte recto y un escote corazón bastante revelador, combinado con un blazer blanco y sandalias también blancas. Pelo recogido en una coleta alta y maquillaje natural, como siempre.Miro mi reflejo en el espejo y me siento bien y conforme con lo que veo. Desde niña he sido rellenita y cargué con eso toda la vida pensando que era un defecto por el cual todos me despreciaban y humillaban, sin embargo, hoy por alguna razón me veo de manera diferente. No necesito que otros me vean distinta o como deseaba en el pasado que me vean, me basta con la impresió
Dante Edwards.Me visto sin ningún apuro mientras espero que llegue la hora de irme al restaurante para mi reunión con el señor Bennett.Veo de reojo la pantalla de mi computador portátil encenderse y sé que es un correo entrante de Luisa.«¿Por qué no me llamas, cobarde?» pienso mientras termino de acomodarme el saco.Dejo que pasen los minutos sin prestarle atención. Prefiero que se desespere, que quiera saber exactamente lo que tengo en su contra para que no tenga duda de lo que pienso hacer si me desafía.Hago unas llamadas a Ariel y envío un mensaje a la amiga de Lissy avisando que he llegado bien para evitar tener contacto directo con Lissy.Miro mi reloj y faltan 20 minutos y conociendo al señor Bennett debe estar por llegar. Siempre es muy puntual.«Lo siento, Marcela» suspiro antes de tomar la carpeta que traje conmigo para esto y salgo. Tal y como lo había imaginado, llegamos al lugar al mismo tiempo.El maître nos lleva al sitio que había reservado, alejado de las demás mes
Elizabeth Collins.Con mi descartable en una mano y algunas carpetas en la otra, camino hasta el elevador. Hoy tengo planeado dar mi renuncia y quiero redactarlo antes de que Damián o Fedora lleguen. Aunque ayer quise hacerlo luego de lo que vi a la mañana, estábamos muy atareados con los pedidos y ninguno de los dos volvió a aparecer en todo el día y no pude hacerlo.Miro mi reloj y falta casi 45 minutos para la entrada. Tiempo suficiente para tenerlo listo.Me distraigo buscando mi celular en la cartera que suena estrepitosamente y me sobresalto cuando de repente una mano me tapa la boca impidiendo que pueda emitir algún sonido, la otra mano agarrada a mi cintura, me jala hacia un pasillo oscuro que conduce hacia unos almacenes de telas, alejado de la zona de diseño. Tanto el café como los documentos que traía en la mano se me caen en el forcejeo.Mi corazón galopa fuerte, estoy aterrorizada y sin ninguna oportunidad de poder moverme o gritar para pedir ayuda.No me habla, pero sien
Elizabeth Collins. —Sube —me dice Ariel cuando llega por mí hasta la plazoleta en donde estoy sentada desde que me alejé de la empresa. Ni siquiera tuve el valor de volver al departamento de Ale por lo que me dijo Víctor. —¿Dónde nos vamos? —A la cabaña de Dante, ya una vez te llevó allí. Ese lugar no lo conoce nadie, tu amiga, tu abuela y tú estarán bien ahí. —¿Ya se lo dijiste? —la reacción de Dante es algo que me preocupa de sobremanera. Estoy más que segura que esto será una revolución cuando vuelva. —Tuve que hacerlo —suspira pesadamente. —Sospechó en cuanto le pedí la cabaña. Ya está volando de vuelta; en la noche ya debería estar aquí. Asiento sin mucha gana. Luego de unos cuantos minutos llegamos al barrio y todo parece despejado, me bajo y entro a la casa para llevar a mi abuela conmigo. Ariel se queda esperándome en la camioneta. —¡Pero bueno, si es la nieta perdida de la familia! —mi tía me recibe con su acostumbrado sarcasmo, desde el sofá, con los pies subidos en la