Una cálida luz apareció en el hogar. —¿Acaso escuché que alguien dijo preciosa abuela, amor de mis amores, te necesitamos? —refirió con una cálida sonrisa. —¿Qué necesitas, mi preciosa muñeca? —indagó. Norita arrugó el ceño y cruzó sus brazos con molestia. —No te diré nada de eso, porque mentiste —reclamó—, dijiste que Angelito volvería, que lo esperara, y no va a regresar, te lo quieres llevar contigo —expuso sollozando—, la tía Gaby se va a poner muy triste, no te vayas con él al cielo, déjalo con nosotros —suplicó. Doña Ofe ladeó su rostro y la miró con ternura. —Vengo de estar con él —mencionó—. Necesitamos que un joven rey venga en su ayuda y te prometo que si en dos días no se aparece yo misma lo llevaré arrastrando de… —presionó con fuerza sus manos—. No desesperes que no depende de mí su recuperación, las personas tienen que enfrentar sus fantasmas y tomar decisiones, pero no lo abandonaré, no olvides que soy el ángel de su mamá y me gusta andar en todo. —Guiñó un ojo.
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