Marlote tarareaba mientras agitaba el guiso que su madre le había pedido que preparara para la cena, aunque, a decir verdad, era uno de los tres diferentes que realizaba. ¿Cómo podría una familia de cuatro integrantes comer tanto? Ni siquiera tenían mala figura. Sea como fuera, silbaba la melodía que su madre siempre usaba al cocinar. Curioso, porque la joven era todo menos amante a la música. Carne, pollo y cerdo eran preparados simultáneamente, cada uno siendo supervisado por una cocinera diferente, aunque el nuevo cargo de Lottie y su madre abarcaban la supervisión de todas las áreas de la casa. Lamentablemente Hendrika no había tenido el tiempo ni los recursos para estudiar en ninguna prestigiosa universidad de cocina, pero la experiencia había traído como fruto que todos sus clientes quedaran encantados con su comida y, a su vez, con la de Marlote
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