Bryce se estiró un poco, y se levantó de la silla. Tenía al menos tres horas de estar trabajando, y ya eran las ocho y media. Había quedado con Nicole que desayunaría después de las ocho, o eso creía. “Bueno, en caso de que todavía no haya hecho el desayuno, comeré cualquier cosa, porque tengo mucha hambre” se dijo. Pero cuando subió el olor a café recién hecho y a huevos revueltos con tocino, se sentía por todo el lugar.—Buenos días, Nicole.—Buenos días, ella lo saludó—ya casi está el desayuno. Por favor tome asiento y en un minuto le sirvo.—Está bien— ¿Y cómo dormiste?—Muy bien. No puedo negar que sea maravilloso despertar y que lo primero que uno escuche sea el canto de los pájaros.—Sí, es cierto. De las mej
Leer más