―Hola, hija. ―Ángelo se acercó presuroso hacia la cama y la abrazó―. ¿Cómo te sientes?―Perdón, papá ―lloró como una niña.―No, no, mi amor, no llores, no, mi pequeña, no pasa nada.―Papá, fui tan tonta.―No, mi amor, no digas eso. Quédate tranquilita, mi amor, si no, no te van a dejar salir de aquí.Ella sorbió su nariz y se separó de su padre.―Está bien, yo solo quiero ir a mi casa.Ángelo le dio un beso en la frente.―Todo estará bien, mi niña, solo cálmate, ¿sí?Ella asintió con la cabeza. Entró una mujer mayor con una bandeja de comida para ella. José se acercó a ella y le dio unos pañuelos desechables.―Princesita, ¿cómo te sientes?―La verdad es que no sé, es decir, siento que me
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