Aquella noche volví a dormir en el sofá, por más que papá me insistió en que durmiera en el antiguo dormitorio de su exesposa, yo no quise. Esa noche, José se quedó en el otro sofá y no aceptó una negativa de mi parte.Gabriel apenas se despidió de mí, se notaba molesto. David en cambio, ya había adoptado “enana” como mi apodo. Sonaba muy cariñoso, para nada era molesto o de mala manera; se despidió de mí con mucho cariño, pero también pude notar cierta preocupación. Papá, por su parte, me dio un abrazo que duró más de lo acostumbrado.―Te quiero mucho, hija.―Y yo a ti, papá.―Descansa, lo que necesites, solo avisa.―Gracias, que duermas bien.Quedamos solos con José.―¿Cómo te sientes, princesita?―Bien, dentro de todo, ¿
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