Mi papá se levantó y caminó hasta la sala, allí, se fue al bar y se sirvió un vaso de whisky.
―Papá, ¿no crees que es muy temprano? ―le preguntó David.
―Hemos estado toda la noche despiertos.
―¿Qué pasa, papá? ―le pregunté.
―Pasa que hay algunos lores que quieren que te saque del castillo y de nuestras vidas. Dicen que tú no eres digna de ser una Lady y que muchos menos debes heredar parte de mi fortuna. Mi accidente fue una advertencia para que no tomes el lugar que te corresponde como hija. Hoy mismo daremos la noticia a los medios, ya llamé a una rueda de prensa, está programada para las tres y media, así que ahora vayan, duerman un poco que más tarde saldremos en televisión.
Yo no quería acostarme en ese dormitorio, en ese dormitorio no, así es que me tiré al sillón.
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Aquella noche volví a dormir en el sofá, por más que papá me insistió en que durmiera en el antiguo dormitorio de su exesposa, yo no quise. Esa noche, José se quedó en el otro sofá y no aceptó una negativa de mi parte.Gabriel apenas se despidió de mí, se notaba molesto. David en cambio, ya había adoptado “enana” como mi apodo. Sonaba muy cariñoso, para nada era molesto o de mala manera; se despidió de mí con mucho cariño, pero también pude notar cierta preocupación. Papá, por su parte, me dio un abrazo que duró más de lo acostumbrado.―Te quiero mucho, hija.―Y yo a ti, papá.―Descansa, lo que necesites, solo avisa.―Gracias, que duermas bien.Quedamos solos con José.―¿Cómo te sientes, princesita?―Bien, dentro de todo, ¿
Me senté. Mi padre tomó mi mano.―¿Cómo te sientes?―No sé… No podría decirlo con exactitud. Con Gabriel queremos hablar contigo.―Claro, digan.―¿Hay alguna forma de que renuncie al título de Lady?―¿Y eso para qué?―Para que quien quiera hacerme daño, desista de hacerlo.Mi padre miró a Gabriel sorprendido e interrogante, luego volvió su vista a mí.―¿Quién te dijo que ese era el problema?―¿Y cuál es entonces?―Es algo un poco más complejo que eso ―replicó Gabriel.―Tú me dijiste que era porque no querían que yo fuera Lady Ángela, hija del duque de Rochester ―reproché.―Hija, es cierto que hay gente que no está de acuerdo en ello, aun así, dudo que alguno de ellos intente o quiera verte muerta. Hay
Rato después, apareció Alec, venía con una venda en el brazo. Mi papá le habló en inglés.―¿Pueden hablar en español? ―No me gustaba no entender lo que decían.―Perdón, hija, no me di cuenta.―El francotirador fue reducido ―informó Alec con su español característico―, esperamos que hable para saber quién es su jefe.―¿Y usted fue herido por salvar mi vida? ¿Le dispararon?―Solo fue un rasguño, no es nada.―¿Cómo que no es nada? Pudo morir por mi culpa ―le dije desesperada.―No fue su culpa, señorita, es mi trabajo. Además, a mí solo me rozaron, a usted la hubiesen asesinado.―Nunca he entendido eso de que unas vidas sean más importantes que otras.―Es un trabajo como cualquier otro, estamos preparados para repeler los asaltos, para evadir las balas
Terminamos el desayuno sin decir ninguna palabra más, ninguno se levantó o hizo amago de nada, como si no supieran qué hacer. Yo no sabía qué hacer.―David, José, quiero hablar con ustedes en el despacho ―habló por fin mi papá rompiendo el incómodo silencio que nos rodeaba.―Claro ―contestó José y se levantó de la mesa, parecía que quería escapar de allí, aunque fuera con mi papá.David lo imitó sin decir nada. Gabriel miró a papá interrogante.―¿Y yo?―Tú y Ángela deben conversar ―respondió―, deben arreglar sus asuntos. ―Caminó con paso decidido a su oficina seguido por David y José.Yo miré a Gabriel, nuestros ojos se encontraron. Se levantó y caminó hacia mí.―¿Quieres ir a la sala? ―me preguntó.―
El sonido de un disparo los alertó a todos. Las carreras no se hicieron esperar. Ángelo temió por su hija, seguramente iban por ella. Gabriel salió de la habitación pese a las advertencias de sus guardaespaldas. Les gritó que quería ir a ver a Ángela, ver por sus propios ojos que ella se encontraba bien.―¡Ángela! ―gritó en el oscuro pasillo.Un disparo y un quejido. Otro disparo. Y otro. Y otro. Luego, silencio.De ahí en más, pasado el minuto de silencio, todo fue caos. Todos gritaban, carreras iban y venían, hasta que todo quedó en calma.David, Ángelo y José salieron de sus habitaciones por instrucciones de los escoltas.―¿Y Ángela? ―le preguntó el padre de familia a Alec.―Desapareció.―¿Qué? ¿Y Gabriel?―Salió de su habitación en
Dos días después, Gabriel fue dado de alta. David fue a buscarlo. Al llegar a la casa, le entregaron el cuaderno de Ángela.―¿Qué es esto?―Es lo que Ángela escribió desde que la “secuestraste”.―Yo no la secuestré.―Pues eso no es lo que aparece en el cuaderno.―¿Cómo no?―Ella escribió todo lo que ocurrió, tu amenaza, también que desconfiaba de nosotros. Pensó que nosotros podíamos estar detrás de sus “accidentes”.―¿Qué? ¿Por qué?―Será mejor que lo leas.Gabriel se dedicó toda la tarde a leer lo que Ángela había escrito. Tuvo que detenerse cuando leyó que ella desconfió de ellos, también cuando mencionó que sus sentimientos estaban confundidos con respecto a su hermano. Necesito tomar ai
Alec entró a la habitación, Ángela dormía.―¿Cómo está?―Bien, un poco nerviosa, pero está con tranquilizantes ―respondió Blanca.―¿Ha comido y dormido bien?―No ha comido mucho, está preocupada por su familia.―¿Qué le has dicho?―Le dije que ellos estaban bien, que no debía preocuparse.―Sí, tiene que estar lo más tranquila posible.―Sí, en cuanto a dormir, las pastillas la ayudan, si fuera por ella, no dormiría nada, la preocupación no la deja.―Bueno, no es para menos en la situación en la que se encuentra.―¿Qué haremos ahora, Alec?―Solo debemos mantenerla aquí hasta que sea el momento indicado, estaremos comunicados.―¿Qué le digo?―Dile que ella está aquí para ser protegida en tanto bus
Gabriel se dedicó a revisar las cuentas de David junto a su padre, el último no estaba muy de acuerdo, pero su hijo insistió, no quería ser catalogado como sospechoso, se los dijo muy claramente.―¿Encuentran algo? ―preguntó David al rato.―Nada, todo está en orden ―respondió Gabriel de mal modo.―¿Lo ven? Yo no tengo nada que ver con esas transacciones.―Alguien lo hizo y debemos descubrir quién lo hizo ―dijo el padre.―¿Y hay alguna forma de saberlo?―Contrataré a un auditor, él sabrá deducir esto.―Yo lo puedo hacer ―replicó Gabriel.―No, hijo, estamos demasiado involucrados, es mejor que lo haga un profesional.―¿Ya no confías en mí?―No es eso, hijo, si esto tiene que ver con la desaparición de mi hija, quiero que se aclare lo antes posible.―¿Crees q