El asistente personal de Robin Martin observaba a su jefe con curiosidad, más que con preocupación.Mientras sus otros colegas y amigos se quejaban de cómo sus superiores siempre retrasaban las tareas y trabajos por asuntos personales, pereza, o cualquier otra excusa, el señor Martin era bastante eficiente. Sus horas extras se debían, usualmente, por cenas de negocios, viajes o eventos especiales; del resto, él entraba a trabajar a las siete y media de la mañana y terminaba a las cinco en punto.Para él era el trabajo ideal, porque Robin siempre estaba al día, sabía muy bien cómo manejar su tiempo, incluso si tenía problemas.Siempre pensó que se debía a que su jefe poseía un cerebro privilegiado que le permitía dividir su atención entre varias cosas, y por eso podía enfocarse en su trabajo sin ser negligente con sus otras preocupaciones.
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