―¿Dónde está Laura?
La voz de Ruben Miller tenía la cualidad de resonar en el aire, incluso si no hablaba en un tono alto, por eso, cuando preguntó por su nieta, pareció más un regaño que una simple increpación.
El departamento legal se había marchado apenas veinte minutos antes y los tres Miller se quedaron en silencio ponderando todo lo que les dijeron. Después de una hora con toda la plantilla de abogados, solo permanecieron ellos tres y Austin Melbourne, un hombre que había estado junto a Ruben por al menos unos treinta años, y era el abogado que conocía todos los secretos de Miller, Co.
―Aunque la evidencia que presentan es circunstancial, hay demasiada, Ruben ―dijo con voz pausada, su semblante tranquilo demostraba que no se intimidaba por la mirada intensa y pesada del patriarca―. Es difícil que el público y los organismos de ley no intenten inv
Los días pasaron muy lentamente para gusto de Ángela; acostumbrada a no prestarle atención a las noticias que no fueran de su interés, fue Leopoldo quien le contó sobre el escándalo de los Miller, cuando regresó de su viaje el día martes.Robin no se apareció por el café, en cierto modo fue algo decepcionante pero no inesperado; tampoco tenía intenciones de iniciar ninguna relación con ese caballero, al menos no una seria, así que su ausencia tampoco representó un gran vacío.Después de haber superado su depresión, la morena optó por prestarle menos atención al mundo, le daba igual si este se acababa por una guerra nuclear o un virus zombi. Durante muchos años cargó con un terrible peso sobre sus hombros, en realidad, Ángela no pudo disfrutar de una infancia feliz, mucho menos de una adolescencia normal, si no estaba
«Ridículo, es totalmente ridículo… ¿Amor destinado? ¿Volver el uno por el otro? ¿Qué clase de mierda es esa?»Zigzagueó entre la gente que iba y venía en ambas direcciones. No sabía si respiraba agitada debido a lo rápido que se movía, o a la desesperación; por un momento pareció que una terrible verdad la estaba persiguiendo, como un monstruo lleno de dientes buscando devorarla.Tal vez era su conmoción, pero el ambiente fantasioso se tornó en algo surreal y aterrador; padecía un ataque de ansiedad que la estaba llevando casi al borde de un colapso nervioso.Había emociones encerradas a cal y canto en su corazón, cosas que se negó a poner en palabras, acciones humillantes que prefirió olvidar en las sombras de su mente para que no la atormentaran.¿Cuánto no le rogó a
Cerró la puerta y se adentró, sin mirar atrás, en el callejón hasta alcanzar la entrada del edificio; no esperó a saber si David se marchó a o no, subió los escalones de dos en dos, sin detenerse, sin que le importara que le faltara el aire o le doliera el costado. Abrió la puerta de su departamento, dejó la cámara sobre la mesa de centro y fue hasta la nevera a tomar agua; bebió directo de la jarra de vidrio.De repente su garganta ardía.«Mierda, mierda, mierda… ¿Por qué? ¿Por qué coleccionas mis fotografías?»El agua se desbordaba por la comisura de sus labios y empapó el cuello de su camisa. Por un instante deseó ahogarse, no importaba ya.¿Por qué tenía que volver David?¿Por qué tenía que confesarle que tampoco fue feliz?
A Laura le llevó tres días poder caminar de nuevo. Aunque debía usar una tobillera especial por su luxación, al menos la inflamación en las rodillas cedió rápidamente gracias a los medicamentos.Durante esos días David no se apareció ni una sola vez a preguntarle cómo estaba, para la pelirroja fue un perpetuo estado de agonía, encerrada en la habitación que solían compartir; sin embargo, en el fondo ella sabía que él jamás iría a verla por voluntad propia.Una vez que sus emociones desbordadas se calmaron la idea de acabar con Ángela se asentó en su mente pero de una forma diferente; pensando con más claridad, comprendió que no podía dejarse llevar por un rapto de rabia y ansiedad, porque eso solo conseguiría que cometiera errores.Además, tuvo que dividir su atención entre el escánd
El asistente personal de Robin Martin observaba a su jefe con curiosidad, más que con preocupación.Mientras sus otros colegas y amigos se quejaban de cómo sus superiores siempre retrasaban las tareas y trabajos por asuntos personales, pereza, o cualquier otra excusa, el señor Martin era bastante eficiente. Sus horas extras se debían, usualmente, por cenas de negocios, viajes o eventos especiales; del resto, él entraba a trabajar a las siete y media de la mañana y terminaba a las cinco en punto.Para él era el trabajo ideal, porque Robin siempre estaba al día, sabía muy bien cómo manejar su tiempo, incluso si tenía problemas.Siempre pensó que se debía a que su jefe poseía un cerebro privilegiado que le permitía dividir su atención entre varias cosas, y por eso podía enfocarse en su trabajo sin ser negligente con sus otras preocupaciones.
―Buenas tardes, ¿en que lo puedo ayudar? ―dijo Leo al ver al hombre frente a él. Este no parecía notarlo, sus ojos se habían quedado fijos en Ángela, que estaba sentada a su lado en un taburete alto.Los celos lo invadieron de inmediato, era un caballero atractivo y elegante, se notaba a leguas; pero lo que detonó todo fue notar la sonrisa en los labios de la morena, que le devolvía el gesto con familiaridad.―Disculpe ―llamó la atención bajando el tono de su voz y endureciéndolo―, ¿va a ordenar algo, señor? Está retrasando la fila.No era mentira, detrás de Robin había cuatro personas esperando su turno para ordenar.―Un americano y una tarta de limón, por favor ―respondió con voz fría, todo rastro de amabilidad se esfumó al mirarlo―. Para comer aquí.―No era necesario ordenar en la caja, estimado cliente ―com
David vio a Robin salir del café de Ángela y Leo; él se encontraba sentando en su auto, debatiéndose si debía ir a verla o no.No deseaba tentar su suerte, se sintió bastante agradecido con la providencia por habérsela encontrado la noche anterior, en especial, le derritió el corazón verla interactuar con Noah y que no demostrase ningún resentimiento hacia su hijo.Tenía una lucha a muerte contra sus celos, debía repetirse una y mil veces al día que no poseía el derecho de prohibirle el contacto, la amistad, y mucho menos una relación, con algún hombre; pero conocía a Robin, a pesar de no recordar todo de su pasado con él, su intuición le decía que ese tipo en particular no era el apropiado para ella.Después de una hora más allí, decidió marcharse, encendió el motor de su auto y se encamin
David miró a la esposa de Antoni y le sonrió con amabilidad.―¿Podrías llevarte un momento a los niños al parque que está atrás del restaurante? ―preguntó en un tono cordial. Ella entendió de inmediato y asintió―. Muchas gracias.Por suerte Laura había escogido un lugar como aquel, donde predominaba el ambiente familiar y tenía espacios para que los más pequeños se divirtieran mientras esperaban la comida o los padres hacían sobremesa.Cuando el cuarteto estuvo lo suficientemente lejos, David se volvió hacia su esposa y frunció el ceño.―Laura, ¿estás consciente en la situación en la que estamos? ―Ella palideció de inmediato, no era un secreto que su matrimonio estaba en declive desde hacía dos años, pero jamás lo expusieron de manera pública, ni siquiera en los círculo