CAPÍTULO 38

Cerró la puerta y se adentró, sin mirar atrás, en el callejón hasta alcanzar la entrada del edificio; no esperó a saber si David se marchó a o no, subió los escalones de dos en dos, sin detenerse, sin que le importara que le faltara el aire o le doliera el costado. Abrió la puerta de su departamento, dejó la cámara sobre la mesa de centro y fue hasta la nevera a tomar agua; bebió directo de la jarra de vidrio.

De repente su garganta ardía.

«Mierda, mierda, mierda… ¿Por qué?

¿Por qué coleccionas mis fotografías?»

El agua se desbordaba por la comisura de sus labios y empapó el cuello de su camisa. Por un instante deseó ahogarse, no importaba ya.

¿Por qué tenía que volver David?

¿Por qué tenía que confesarle que tampoco fue feliz?

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