―Buenas tardes, ¿en que lo puedo ayudar? ―dijo Leo al ver al hombre frente a él. Este no parecía notarlo, sus ojos se habían quedado fijos en Ángela, que estaba sentada a su lado en un taburete alto.Los celos lo invadieron de inmediato, era un caballero atractivo y elegante, se notaba a leguas; pero lo que detonó todo fue notar la sonrisa en los labios de la morena, que le devolvía el gesto con familiaridad.―Disculpe ―llamó la atención bajando el tono de su voz y endureciéndolo―, ¿va a ordenar algo, señor? Está retrasando la fila.No era mentira, detrás de Robin había cuatro personas esperando su turno para ordenar.―Un americano y una tarta de limón, por favor ―respondió con voz fría, todo rastro de amabilidad se esfumó al mirarlo―. Para comer aquí.―No era necesario ordenar en la caja, estimado cliente ―com
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