―No te preocupes, en mi opinión, la basura debe estar junta… Tú tienes razón, David y tú están hechos el uno para el otro…
David escuchó esa sentencia y sintió cómo su corazón se rompía en mil pedazos. Fue imposible controlar la expresión de su rostro, tampoco le importó; cuando sus ojos aterrizaron en Ángela, y esta habló con tanta indiferencia, que su suegro se diera cuenta de su estado le valió un rábano.
Cuando regresó del lago, entró en el salón y se dirigió a la mesa de los Miller, para su sorpresa, Jacobo estaba sentado a solas, degustando su bebida en silencio. Parecía contemplar las respuestas del universo a medida que removía el licor con movimientos circulares del vaso, abstraído por completo de su entorno.
Barrió con su vista el salón medio vacío, los invita