Seguía durmiendo cuando escuché que llamaban intensamente al timbre, era una tortura. Abrí los ojos y miré la hora en el despertador que tenía sobre mi mesita, daban apenas las seis de la mañana, debía ser el pesado de Nicolás. Me levanté a regañadientes, ayer después de entregarle las cosas de Maya a Luís, acordó en venir a buscarme en la mañana para que nos fuéramos a casa de papá, no me imaginaba que fuera a venir tan temprano, necesitaba dormir.—¡Ya voy! —grité cuando me encontré en el salón, él seguía insistiendo e iba a hacer que me explotara la cabeza. Ni tiempo de quitarme el camisón me había dado. Intenté arreglarme el pelo con los dedos antes de abrirle la puerta.—Buenos días dormilona—tenía esa sonrisa en lo
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