—George, yo… —comenzó a decir Lenis, sintiéndose incómoda por tutearle. Suspiró. Los nervios y las dudas, así como la aprehensión, acabarían con ella— deseo hablar con el abogado, no con el hombre con quien comparto un almuerzo. Su cara, sus muecas determinadas, la seriedad en sus ojos, más sus palabras, hicieron que George se enderezara y la mirara fijamente. —Lenis, si deseas una asesoría legal, podemos hacer una cita en mi despacho. —Entiendo que no quieras hablar de trabajo ahora, pero… —su rostro se arrugó un poco— no tengo mucho tiempo. Él cambió la expresión, una especie de preocupación mezclada con intriga afloró a través de sus muecas. —Está bien. —Se despegó del espaldar y pegó los codos al mantel, uniendo sus manos. Él presentía que, lo que ella le contaría, no sería nada bueno. Por alguna razón quería retrasar esa conversación—. Déjame proponerte algo. Disfrutemos del almuerzo, ¿está bien? Mira estas vistas. —Volteó la cara hacia e
Leer más