Lenis suspiró. Estaba cansada de sentirse mal, de tener miedo, del fresco frío de la terraza también y hasta del enorme gusto por ese hombre, lo que sentía presionarse contra su cuerpo en todo momento, como una almohada pesada y cruel, cada vez que la miraba, cada vez que le hablaba, recordándole repetidas veces que hace unas horas había estado en sus brazos, la había deseado y tocado como ningún otro hombre antes. Su esposo nunca la había tocado así, ni siquiera en ese corto lapso de tiempo en el que ella no se percataba de lo que él tenía guardado, de su realidad, de su verdadero yo, de lo que venía a continuación con un matrimonio arreglado por su madre y su padrastro, en ese tiempo donde él fingía ser una pareja hermosa, acertada y hasta fiel. Sin embargo, debía batallar contra esos sentimientos. Además, no podía seguir queriéndose esconder siempre en una madriguera, como un animal asustado por el mundo exterior. Se volteó de nuevo hacia él y habló con firmeza.
Leer más