Segundos previos a que pudiera tomar el cuello de mi amiga, retuve su mano sin ningún tipo de inconveniente. No le agradó para nada que una humana pudiera retenerle la mano con el solo hecho de aprisionar su muñeca. El temor que había dejado paralizada a Ely, no provocaba ningún efecto sobre mí y, gracias a eso, podía defendernos a ambas casi sin problemas. La joven que los acompañaba, se mostró disgustada con las circunstancias y no dudó en relucir sus colmillos para defender a su aliado. Su cabello morocho, largo y ondulado prácticamente ocultaba sus ojos verdes detrás de un flequillo cuidadosamente peinado. — Veo que ya están todos reunidos— interrumpió una voz adulta. Un hombre que no llegaba ni a los treinta años, probablemente rondaba en sus veintiocho, aunque no podía afirmarlo a ciencia cierta. —. Elizabeth, podrías venir aquí un minuto, tengo algunos papeles que deberás firmar para mañana. — la
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