Una noche, el vampiro fue a su mirador, el cual se encontraba bastante alejado de los aldeanos, pero gracias a su visión podía verlos perfectamente. Cuando llegó se encontró allí con un anciano. Sabía perfectamente quién era, lo que no podía entender era cómo había encontrado aquel sitio.— Soy un cazador. Hay hábitos que no se pierden nunca… como por ejemplo, los de rastrear. —le dijo aquel hombre ya maduro con voz temblorosa debido a los años. Estaba sentado sobre una piedra.— Entonces sabías que venía aquí todo este tiempo.— Para ser sincero, lo noté la tercera noche que llegamos— le comentó—. Me llamó poderosamente la atención que no nos atacaras esa misma noche o lo que era aún más llamativo, por qué no lo
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